La población nativa que no murió en la Conquista de México debido a las múltiples enfermedades traídas con los barcos españoles, así como la descendencia mestiza, fue inmune posteriormente. Hagamos un poco de historia, para decir que de entre los 25 y 30 millones de indígenas que existían en el territorio que actualmente es el centro de México al momento de la conquista, sesenta años después, los números se redujeron a 3 millones: los virus nuevos traídos con los barcos y en las ancas de los caballos de los invasores, fueron una de las tantas plagas que se ensañaron contra la población nativa.
Pero en la tierra maya, las cosas no fueron tan drásticas. En el caso de la Península de Yucatán, podemos indicar que, aunque la caída demográfica inicial fue considerable, la cuantía de la población maya al tiempo de la conquista y su evolución durante los siglos XVI y XVII (y en la actualidad, región donde el proceso del mestizaje ha sido escaso) fue significativa y siempre se mantuvo en un margen de gran población indígena frente al reducido grupo de colonizadores españoles. La amplitud de brazos de los pueblos mayas peninsulares, junto con la "pobreza de la tierra", fue canalizado por el dominio colonial: "Los españoles siempre alegaron la pobreza de los recursos naturales como un pretexto para la imposición y continuidad de formas tempranas de la tributación y los servicios personales que prestaban los indígenas, dando lugar a una relación en gran medida señorial y parasitaria" (Bracamonte y Solís, 1996: 26).
Y hay otras cosas que me generan más optimismo, pero está de más decirlo a la derecha cerril y a sus escribanos a sueldo: ellos apuestan, con una mirada de neoastequizmo indefendible, por un nuevo Tzompantli para bailar efusivos y pedir la caída de un gobierno constituido.
Observo a tantos intelectuales y tinterillos, rabiosos de ver pilas sobre pilas de cadáveres para que se les cumpla el deseo de decir, "te lo dije", a un gobierno que, según la OMS y el número de casos y muertos (lo mínimo de lo mínimo), está haciendo bien, más que bien las cosas. Sus escrituras y opiniones son de una amoralidad creciente, vomitiva.
La geografía, la latitud, el calor y la solidaridad, así como que, hasta ahora, el Covid-19 ha resultado poco letal en tierras nuestras, nos dan motivos de esperanza. Y nuestra herencia cultural nos da un sinfín de motivos para estar esperanzados. ¿Qué es lo que tenemos los mexicanos?, ¿de qué estamos hechos? De maíz y de resiliencia. Somos los hijos de todos los virus, plagas y epidemias que vinieron con los barcos españoles. Nuestra geografía tropical, bosques y selvas, nuestro ADN en resistencia, juegan a favor de nosotros; así como nuestras abismales carencias son la defensa inesperada ante lo desconocido. No hay de qué preocuparse.
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