La Xcaret-ización no es un fenómeno propio de Xcaret. Estriba, más que nada, en las interpretaciones burdas, las deformaciones que se hacen sobre la cultura maya, la de hoy y la de ayer y la de hace milenios. Y esto se nutre con las imágenes del turismo, con ideas sesgadas de la historia regional, del tiempo presente de los pueblos, o con una perspectiva que no se ancla a la realidad, y que a veces se recrea hasta en lo que se destila en los propios pueblos mayas por personajes que (como algunos "intelectuales" y "artistas mayas"), en teoría conocen las tradiciones pero que están inmersos en esta vorágine turistera creadora de imágenes sobre imágenes para el capital. La Xcaret-ización es una peste que se tiene que combatir en lo más profundo de la colmena de Mayaland....
En este texto
pretendo hacer una reflexión sobre cómo el turismo en la zona de Quintana Roo
ha utilizado a la Cultura Maya para fines que tienen que ver no precisamente
con palabras “sacras” y políticamente correctas como la “revalorización de la
cultura”, la “defensa del patrimonio cultural” o la pugna por el respeto de los
derechos indígenas y la necesaria crítica de un presente del pueblo maya que
gravita en situaciones estructurales de pobreza lancinante. Como la extensión
de este trabajo rebasa los límites de un artículo de divulgación científica en
el ámbito periodístico, decidí compartimentarlo en dos secciones. En el “primer
mecate”, como prolegómenos para entrar de lleno a “la Xcaret-ización de la
Cultura Maya”, intentaremos hacer un elogio de la historia y el conocimiento
indígena, que frente a los espacios de la Xcaret-ización se vuelve un asunto de
venta de la cultura para el “turista conquistador”. Al final, expongo lo que
entiendo por Xcaret-ización de la cultura maya.
Primer mecate: Elogio del conocimiento indígena
En uno de los
diálogos de Platón, recuerdo que en una
disertación de Sócrates, la tesis central que presentó el filósofo ateniense
para empezar la “mayéutica”[1]
con sus discípulos, descansó en la idea de que los poetas tenían que dominar
varios oficios para poder hablar con propiedad de ellos en sus composiciones:
para Sócrates, escribir bien significa ser fiel a la realidad, es decir, saber
cómo se ara el campo, cómo se trabaja la vid, como se saca la miel de las colmenas;
en otras palabras, tener una noción precisa de los oficios a tratar, o el arte
de la guerra y la política, campo cultural de la Hélade, a abordar. Como dejó escrito
para la posteridad Platón en la Apología
sobre su maestro, Sócrates pensaba que “los
poetas como los profetas y los adivinos dicen cosas bellas, pero no saben lo
que dicen”.[2]
Cantan como los pájaros sin saber lo que cantan. Para cantar hay que inventar,
y una de esas culturas “inventadas” por los hombres, fue la mesoamericana:
¿cuánto sabemos de las culturas mesoamericanas hoy en día, y cuánto de los
descendientes de aquel archipiélago lingüístico –que no tanto cultural- que fue
Mesoamérica posterior del contacto indo-europeo; asimismo cuánto de sus
tradiciones y ciencias con las que interpretaron y modificaron su mundo de vida?[3]
Por cuestiones que tienen que ver con los procesos extractivistas de los
“saberes” y “cosmologías”, así como con el racismo epistémico occidental,[4]
hemos visualizado la ciencia de los pueblos originarios como de una forma menor
y cuanto más, como una serie de datos inconexos que la ciencia occidental hace plena
realidad. Desde luego que esto es una idea errada del conocimiento –de ese vastísimo
conocimiento- de los pueblos indígenas, al considerar sus “visiones chamánicas”
no aptas para entrar al canon de la ciencia construida por Occidente: sus ideas
o concepciones del mundo, sus famosas “cosmologías”, afirma este cientismo
burdo matizado de racismo eurocéntrico,[5]
no son reales porque no cumplen ciertos requisitos como la idea de la
presuposición ordenada y comprensible del mundo, no parte de evidencias para
sustentar sus conclusiones, no utiliza la lógica, no cuenta con límites de
comprensión del mundo, no admite universalidad y no crea una visión del mundo.[6]
Sin embargo, considero que el
conocimiento del espacio, entorno y vida social de los pueblos originarios,
refiere todo lo contrario a la idea de no-cientificidad que promueve ese
cientismo radical euro-centrista. Considero que la comprensión misma de los
procesos sociales, naturales, geográficos, la producción y tecnología de las
comunidades indígenas, sirve no solamente en la escala de sus propios hábitos
de vida, sino que puede ser un reservorio de datos (desde oralituras,
herbolaria y clasificaciones de suelos y técnicas de cultivo orgánicos) e
interpretaciones del mundo que posibiliten otros caminos a la forma de desarrollo
tan desmedido estatuido por Occidente.[7]
Una posibilidad, otro camino más acorde y buscando el “buen vivir”,[8]
diametralmente distinto a las coordenadas capitalistas que crearon el
“antropoceno” actual y su cauda de devastación ambiental, donde el hombre como
especie se ha convertido en una “fuerza geológica poderosa” capaz de modificar
la faz de la tierra y hasta la posibilidad de sobrevivencia de la vida misma.[9]
La
idea que debemos tener presente, es que los habitantes del México indígena
actual, como sus antecesores, crearon y siguen creando una filosofía y ciencia
propia para sus relaciones sociales y su vinculación con la naturaleza en
rubros como el conocimiento exhaustivo de plantas, la psicología de las
emociones y su somatización, procedieron a sostener un inventario total de los
animales de caza y sus costumbres, domesticaron a varias especies de animales, no
sólo mitologizaron sino hasta cartografiaron los espacios, crearon tecnologías
hidráulicas que han hecho frente a los siglos posteriores a su construcción,
comprendieron como nadie el giro de los astros, y crearon mitos pero también
vastas literaturas y filosofías. Todo ese saber acumulado por milenios, nos ha
llegado fragmentado después de la soberbia epistémica occidental, de la
creación de estructuras de dominio y explotación laboral, y los impulsos por
erradicar la mancha cultural establecida por el “demonio”, como les sucediera a
los libros de los mayas en la pira que se prendió en Maní: “En la provincia de
Yucatán, donde es el obispado que llaman de Honduras, había unos libros de
hojas a su modo, encuadernados o plegados, en que tenían los indios sabios la
distribución de sus tiempos, y conocimiento de plantas y animales, y otras
cosas naturales, y sus antiguallas, cosa de grande curiosidad y diligencia.
Parecióle a un doctrinero que todo aquello debía de ser hechizos y arte mágica,
y porfió que se habían de quemar, y quemáronse aquellos libros, lo cual
sintieron después no sólo los indios sino españoles curiosos, que deseaban
saber secretos de aquella tierra”.[10]
Sin embargo, aún con toda y la cauda de explotación, colonización y neo
colonización, los pueblos indígenas insertos en Estados “mestizos” desde el
siglo XIX,[11]
aún guardan parte de ese pasado prehispánico, de esa fuerza cognitiva que, si
las circunstancias le son propicias, desencadenan individualidades fuertes y
con alta capacidad para la ciencia, el conocimiento y el arte.[12]
Lo importante es rescatar, valorizar nuevamente, poner en el orden real de las
cosas, que es en “los lugares donde se practica” (algunos pueblos) la importancia
de la ciencia indígena que fue construida a lo largo de milenios.
Fragmento del artículo "Xcaret, con un negro historial ambiental". Texto de Ricardo Hernández aparecido en Pie de Página.
Jaime Chi Pech, nativo de
X-Pichil, refiere que hace 50 años, en su pueblo, la medicina maya ocupaba el
primer lugar en el tratamiento de diversas enfermedades; ahora, arrinconada por
la medicina alópataoccidental, ocupa un lugar secundario. Chi Pech cuenta que
“el hijo de Don Fermín” no lograba curarsecon ningún médico alópata de
Quintana Roo y Yucatán. Don Fermín llevó a su hijo al h-men (curandero) del pueblo, quien le diagnosticó “que el niño
había cargado un mal viento como castigo de los dioses de la milpa”. Con unas
hojas que tenía en su solar, el h-men
santiguó al enfermo. Al día siguiente el niño había recuperado su salud. Chi
Pech, y coincido con esto, descree de la categoría “medicina tradicional” pues
aún hoy en día se sigue practicando en las comunidades, al igual que la
medicina alópata: es moderna y tradicional a la vez, al igual que la medicina
alópata es moderna y tradicional, y no existe desplazamiento de una por otra.
“Sin embargo, con los discursos de la modernidad se categoriza a la medicina
tradicional maya como premoderna y es concebida como una forma exótica de curar
y la ciencia la valida como superchería exótica. Con estos discursos
modernistas, se arrincona a la medicina maya y se le coloca fuera del
conocimiento legítimo”.[13]
La idea que sostiene Chi, es salir de ese círculo - ¿o será cárcel-
hermenéutico de la ciencia y afirmar que la medicina maya es tan moderna, tan
necesaria y tradicional como la medicina alópata.
Levi-Strauss, tal vez
haciendo eco del padre Joseph de Acosta, dio argumentos plausibles e
irrefutables de la “protociencia” (si no es que ciencia solamente) de los
pueblos “primitivos”: la observación total, el inventario sistemático, eran
indicios de una ciencia en construcción: “Cada una de estas técnicas [agrícolas,
económicas, de producción social, material, cultural] supone siglos de
observación activa y metódica, de hipótesis atrevidas y controladas, para
rechazarlas o para comprobarlas por intermedio de experiencias incansablemente
repetidas”.[14]
Antes de él, Malinowski había escrito, en un célebre libro donde dio carta
epistemológica y reconocimiento de cientificidad al dominio pleno del hombre primitivo
sobre su entorno, que “No existen pueblos, por primitivos que sean, que
carezcan de religión o magia. Tampoco existe, ha de añadirse de inmediato,
ninguna raza de salvajes que desconozca ya la actitud científica, ya la
ciencia, a pesar de que tal falta les ha sido frecuentemente atribuida”.[15]
En las primeras páginas de su
erudito estudio sobre la astronomía indígena americana, Aveni recuerda unas
palabras del viajero Stephens a Yucatán, quien “demostró que los logros de los
antiguos mayas en los campos del arte, la escultura, la arquitectura y la
escritura estaban a la altura de las civilizaciones clásicas del mundo
occidental”. Sostenía Aveni que en ninguna parte de Mesoamérica y de toda
América, “fueron las cualidades de civilización avanzada y los logros
intelectuales más admirables que en la tierra de los mayas. La increíble
arquitectura de Tikal, la delicada escultura de Copán y el exquisito trabajo en
estuco de Palenque no son superados por nadie en América y rivalizan con los
del Viejo Mundo”.[16]
Para Genner Llanes Ortiz, el conocimiento
indígena no es estático sino dinámico, permanentemente se está adaptando a las
nuevas circunstancias por las cuales cruzan las comunidades indígenas desde el
contacto con Europa. Sin embargo, refiere Llanes, “por sus características
contextuales se le representa como opuesto al conocimiento occidental o
universal, que es el mismo que nosotros llamamos científico”. Esta adaptación a
los cambios abre la posibilidad de una necesaria relación ciencia
occidental-ciencia indígena, la búsqueda necesaria de puentes epistémicos:
“Mucho de lo que ahora llamamos conocimiento tradicional –acota Llanes Ortiz-
en realidad es un híbrido que se formó en esa primera época con las ideas
estéticas de europeos, pero acuerpadas al contacto de conocimiento y habilidades
de los pueblos indígenas”.[17]
Pero frente a esta meridiana
idea del conocimiento y el reservorio cultural de las sociedades indígenas, el
canon occidental se ha movido entre la “extracción” de los “saberes”, o bien,
en la pretendida “superioridad racial o cultural del investigador”, revelado
esto en el concepto de “informante” para la ciencia antropológica y las
ciencias sociales en general, o en el hecho del racismo de la inteligencia ya
apuntado por Bourdieu.[18]
Montemayor precisó bien esto en un ensayo esclarecedor:
“Todo lo que los investigadores han ‘descubierto para la ciencia’ ha sido gracias al conocimiento que con ellos compartieron uno, pocos o muchos integrantes de las comunidades indígenas. De ellos aprenden costumbres y tradiciones; de ellos se valen como intérpretes en lenguas indígenas; ellos son sus guías en los territorios recorridos; por ellos entran en contacto con familias, vecinos, lugareños, curanderos, artesanos, cargadores. Sin ellos ninguna investigación sería posible. Pero en vez de reconocerlos como amigos, como guías, como colaboradores, como instructores, los consideran informantes, ayudantes menores de una ciencia que sólo los occidentales dominan y gracias a la cual el conocimiento que ellos y sus propias comunidades poseen deja de pertenecerles y pasa a un nuevo dueño. Por el método de la ciencia occidental, el pensamiento que comparten los indígenas se convierte en información útil para el ‘blanco’, que se transforma en el verdadero conocedor. ¿No es un acto de alta magia?”.[19]
Si el conocimiento de los pueblos
indígenas puede ser, y es reconocido como una ciencia en continua construcción
y movimiento por los mismos “tótems” de la antropología occidental (Malinowski
y Lévi-Strauss), me hago la pregunta siguiente, ¿hay espacio para el
conocimiento indígena en la academia mexicana, y por qué no, hasta
quintanarroense? La respuesta es sí, con la condición sine qua non de ir más allá del discurso oficial que se da tanto en
las universidades –interculturales incluidas- como en la forma de construir
supuestas figuras pedagógicas que no tienen asideros con la realidad de los
pueblos mismos. La respuesta es sí con la condición de salir de un Parque, de
un gran Parque donde se encuentra presa una cultura que fue impostada. Estoy
hablando de buscar una salida a la Xcaret-ización de la Cultura Maya. Esto será
abordado en la siguiente y última entrega periodística de este ensayo.
Segundo
mecate: La Xcaret-ización de Mayaland
¿Hay espacio para el
conocimiento indígena en la academia quintanarroense? Sí y sólo sí salimos de
una invención-folklorizada-reificada de la cultura maya; o bien, sí y sólo sí salimos
de los lugares ritualizados por el Quincunx remasterizado construyendo a sus
mayas imaginados bajo la ceiba del poder (político, económico, académico, o de
una teatralización sostenida de la mayanidad): El Estado, la Academia, el
Turismo y hasta unos Mayas Profesionales avalando los discursos que va hilando
el Estado, la Academia y el Turismo mismo,[20]
son las cuatro ceibas hermenéuticas que se empotran a la gran ceiba de la
cultura Maya construida por este Quincunx remasterizado, engullidor y
etnofágico de las identidades,[21]
hasta el punto de crear una prehispanización retórica de Mayaland con el turismo
caníbal, o una literatura maya encimada y obsecuente al poder del Estado, o
unas imágenes vacías de contenido de unos mayas actuales que no son
aprehendidos de forma cabal por las ciencias sociales más que como objetos que
significan algo (cualquier cosa, cualquier entelequia) en la escritura de la
historia o de la antropología colonialista. Esto es normal en unas ciencias
sociales hijas del logos occidental que desde el siglo XVI produce sin cesar
discursos y representaciones de América y sus pueblos. Como dijo Guy Rozart
Dupeyron, “entre las culturas precolombinas y nosotros está todo el insondable
espesor de una enorme biblioteca americanista”. Lo mismo vale decir con esa
inmensa biblioteca sobre los mayas que el Estado en la región,[22]
los “mayistas” (antropólogos, historiadores, literatos), y, recientemente, el
Turismo y hasta los mismos mayas profesionales, han elaborado para tratar de
penetrar el “código” de Mayaland, o en su caso, para crear nuevas resmas de
papel que, si acaso, algún día serán leídas.[23]
¿Penetrar, dialogar,
practicar la interculturalidad, o simplemente reificar? Tal vez penetración,
saqueo y reificación es lo que caracteriza ese Quincunx remasterizado frente a
la otredad indígena maya. A esto yo le llamo como la Xcaret-ización de Mayaland.[24]
El otro día daba una charla sobre la Guerra de Castas cuando me salió la frase
“Xcaret-ización de la cultura maya”. Como un demonio interior, o como un Chilam
Balam que llegaba de tierras lejanas del Xibalbá, una voz me susurraba al oído:
“¡Ay de vosotros, mis Hermanos Menores, que en el tiempo del Turismo tendréis exceso de representación de una cultura maya que desborda la invención de la tradición en el tiempo de la Xcaretización! Exceso de cultura impostada para el turista ávido de ‘experiencias’ tendrán vuestros hijos, reducidos a ser neopeones del Parque, del inmenso parque, los aj-k’oos[25] del tiempo del ruido del Turismo. Preparaos para dejar que la milpa se pudra con los viejos, estén atentos cuando sus hijos vivan de día en palacios de ricos, y apenas puedan descansar unas horas en en covachas o albergues de tristeza. Por la carga del Turismo, la violencia ambiental se amarrará con la violencia narcótica”.
Mayas imaginarios, o mayas “interculturales”,
convertidos en remadores de canoas o dispensadores de discursos del Hanal
Pixán, frente a un turismo etnofágico que promueve como cultura maya la
invención de un “Festival de vida y muerte”, de una Travesía Maya por un mar
Caribe rafagueado de flashes del turista conquistador.
La Xcaret-ización de la
cultura maya sigue el mismo correlato de mitificar, cuando no el de deformar,
el pasado prehispánico de estas tierras (omitiendo, desde luego, la explotación
y marginación de los mayas actuales), y se puede ver en todos lados con el
sonido de caracoles, encendidos de fuegos nuevos o fatuos, perfomance de
rituales ocultos convertidos en públicos para el ojo del turista; o en Mérida,
donde cada fin de semana hay juego de Pok
Ta Poc frente a una celosa catedral colonial. La reificación,[26]
entendida aquí como el proceso de cosificación de una cultura, es promovida
hasta la náusea en los No-Lugares de la Xcaret-ización de la cultura maya que
se convierte, a la larga, en un fetiche cultural, una más de las mercancías que
oferta el turismo global. En la Xcaret-ización de la Península, todo es
vendible, todo es comprable, incluido mapas y geografías de la historia,
casonas henequeneras y decimonónicas, gastronomías y, horror de horrores, hasta
los cenotes.[27]
En la Xcaret-ización de la cultura maya, la historia de un pueblo se convierte
en una puesta en escena de Broadway, o en una diversión inconsútil, un sueño
lúdico pero sustentable. Xcaret-México es descrito de la siguiente manera: “Con
más de 7 mil 5000 representaciones el espectáculo cumple este mes dos décadas
en las que ha asombrado a más de 16 millones de turistas. El trabajo en el
escenario está a la altura de las más famosas puestas en escena de Broadway. En
él participan más de 300 músicos y artistas que presentan danzas y juegos de
pelota prehispánica, bailes típicos y escenas de algunas leyendas populares”.[28]
Fragmento de "El dilema de la Xcaret", texto de Mónica Muñoz (enero de 2023)
La Xcaret-ización es
hegemónica, todos quieren ser, ansían ser un guerrero jaguar invocando los
dólares de un turista vulgar para quien la cultura se reduce a una camiseta,
una gorra, una “experiencia inolvidable”, un souvenir plagado de semántica
colonial, más un chingo de “selfies” con los mayas xcaretizados, hechizados,
creados con el maíz transgénico de los tiempos del Turismo. Ahí tenemos como
tanto la iniciativa privada y el gobierno, se han unido para realizar la
“Travesía Sagrada Maya”: de Xcaret hacia Cozumel, canoas echas con la ayuda de
expertos en tecnología marítima maya,[29]
se recrea desde hace casi una década las peregrinaciones hacia “Cuzmil” de los
mayas prehispánicos, esos “fenicios americanos”, como vulgarmente hace esta analogía
una mirada colonialista que siempre busca referentes con el viejo mundo.[30]
Precisamente hay un pequeño librito, donde la historia, si bien no
tergiversada, sirve para los designios capitalistas de tomar la cultura para
fines económicos. La escritura, y la traducción maya, se engalana con una
muestra pictórica de las recreaciones artísticas de un conocido pintor de la
región: la puesta en escena, en pleno siglo XXI de la travesía maya, es vista
como uno de “los múltiples esfuerzos del Parque Xcaret por revalorar el
patrimonio intangible maya”.[31]
¿En verdad se revalora el patrimonio intangible?, ¿o todo se mercantiliza y lo
maya (sin los mayas verdaderos), como marca turística, es lo más vendible en el
Caribe mexicano? Mejor dejemos que hable un estudiante indígena de una
universidad de Quintana Roo, que por instancias de su institución educativa,
tres veces asistió para hacer una especie de trabajo social en el Parque Xcaret
durante el Festival de Vida y Muerte:
“Muchos jóvenes de comunidades se emocionaban para ir a Xcaret. Nos decían que esta experiencia potenciaría nuestro conocimiento y habilidades. Algunos, que veníamos de comunidades, nunca habíamos tenido la oportunidad de estar en un lugar así, y esa era, pensaba yo erróneamente, una buena oportunidad. Me acuerdo que se lanzaba una convocatoria en la universidad para seleccionar a 65 estudiantes para participar en el Festival de Vida y Muerte de Xcaret, los requisitos eran no adeudar materias, tener buena calificación y, algo importante, hablar la lengua maya y conocer la cultura, esto para que posteriormente sirviera de ayuda a los grupos artísticos. Nos dividían para ser los asistentes de cada grupo: había un grupo de señoras que preparaban el pibihua o hacían los platillos de día de muertos, hay otros grupos que eran los del elenco que participaba en los días del festival, otros hacían las casa y todo el escenario del Hanal Pixan.[32] Nos despertaban a las cinco de la mañana para que a las seis ya estemos en el Parque Xcaret. Dormimos en un albergue de pésimas condiciones en Playa del Carmen: caluroso, sin agua caliente, durante tres años que fui siempre nos llevaban ahí. A las siete, cada estudiante (individual o en binas si los grupos son más de cuarenta) debe estar ya con su grupo. Si me tocó un elenco, tengo que ver que ellos coman, que sean atendidos bien y tengan todo lo indispensable para su presentación. Era como una especie de couch. Era una labor de casi 24 horas, muy cansado y muy explotador. Había veces que trabajábamos de 7 de la mañana a 2 de la madrugada. ¿Y a qué horas dormimos? Ahora que reflexiono todo esto y que algunas de las 13 vendas de mis ojos se han caído, puedo decir que nos trataron por el Parque como unos simples aj-k’oos. Pero hasta en esto mismo había una discriminación entre los estudiantes de mi universidad pública y las universidades privadas de Quintana Roo o hasta de Valladolid. La opinión de nosotros era que a los estudiantes de las universidades privadas (muchos güeros y güeras ojiverdes) los trataban con beneficios, a nosotros no. Nosotros, los aj-ko’ots, los mandaderos, eramos coordinados por los otros estudiantes de las universidades privadas, era una especie de estratificación colonial. Los de las universidades privadas solo se encargaban de tomar fotos y coordinar. ¿Por qué no hacían el pib, por qué no estaban con las mestizas de las cocinas? Tal vez porque no eran mayas.[33]
Finalizo con esta idea que he
querido exponer en este ya largo ensayo: La Xcaret-ización está en todas
partes, es la nueva peste que va engullendo a Mayaland, es un Quincunx
remasterizado, un agujero negro de las identidades en fuga y en permanente
transformación. Pero un día buscaremos la salida de este enorme Parque turístico;
un día los mayas, verdaderos dueños de esta tierra, terminarán por quitarse las
13 vendas de los ojos, dejarán de creer que sus conocimientos y sus historias
son secundarias y necesitadas de su antropólogo, historiador o botánico que
legitime con su ciencia los conocimientos de este pueblo, revalorarán su
cultura pero no desde la cultura reificada por Parques recreativos, y dejarán
de verse en las gafas de sol del turista conquistador, y ese día tal vez
comience la historia.
[1] La mayéutica fue el
método instaurado por Sócrates para buscar la verdad. Consistía, más que nada,
en la conversación o el diálogo crítico de las cosas, poner en duda la realidad
utilizando la ironía de que sólo sabía nada más que dudar para ya no seguir
dudando. Ramón Xirau. Introducción a la
historia de la filosofía. UNAM. México. 2000, pp. 47-48.
[3] La referencia obligada
para adentrarse al mundo mesoamericano es el trabajo de Alfredo López Austin y
Leonardo López Lujan. El pasado indígena.
México. FCE-Colmex. 1997.
[4] La
crítica de esta actitud racista epistémica eurocéntrica lo ha expuesto con
magnificencia Enrique Dussel en su primera conferencia de Frankfurt al analizar
el eurocentrismo en figuras señeras de la filosofía occidental como Kant o
Hegel. En términos de Kant, América se presentaba como “un estado de inmadurez
culpable de la humanidad”. O bien, Hegel pensaba que el mundo americano no
había terminado su formación. Cfr. Enrique Dussel. 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del “mito de la
modernidad”. La Paz, Bolivia. 1992.
[5] A
fines del siglo XVI, el padre Acosta ya había explicitado este racismo
epistémico que fue el ominoso cartabón con que desde el primer momento del contacto
indo-europeo, Europa observó a las sociedades indígenas. En un apartado de su Historia Natural y Moral de las Indias,
el religioso pretendía “deshacer la falsa opinión que comúnmente se tiene de
ellos, como de gente bruta, y bestial y sin entendimiento, o tan corto que
apenas merece ese nombre. Del cual engaño se sigue hacerles muchos y muy
notables agravios, sirviéndose de ellos poco menos que de animales y
despreciando cualquier género de respeto que se les tenga…Esta tan perjudicial
opinión no veo medio con que pueda mejor deshacerse, que con dar a entender el
orden y modo de proceder que éstos tenían cuando vivían en su ley; en la cual,
aunque tenían muchas cosas de bárbaros y sin fundamento, pero había también
otras muchas dignas de admiración, por las cuales se deja bien comprender que
tienen natural capacidad para ser bien enseñados, y aun en gran parte hacen
ventaja a muchas de nuestras repúblicas”. Joseph de Acosta. Historia Natural y Moral de las Indias.
México. FCE. 2006, p. 313.
[6] Michael R. Matthews. La enseñanza de la ciencia. Un enfoque desde
la historia y la filosofía de la ciencia. México. FCE, 2017, p, 448.
[7] Arun Agrawil. “El
conocimiento indígena y la dimensión de la clasificación”. En Revista Internacional de Ciencias Sociales.
El conocimiento indígena. Número 173, septiembre de 2002.
[8] El buen vivir, “puede
ser considerado como una opción frente al sistema de acumulación capitalista en
la forma que asume en esta etapa concreta de su desarrollo y tiene como bases
las prácticas indígenas, basadas en su cosmovisión y los principios que les dan
sustento”. Francisco López Bárcenas y
Guadalupe Espinoza Sauceda. El derecho de
los pueblos indígenas al desarrollo. México. ANUI. 2017, p. 20. Críticas de
ese concepto, 20 y 21.
[9] Trischler,
Helmuth. (2017). El Antropoceno, ¿un concepto geológico o cultural, o ambos? Desacatos, núm. 54, mayo-agosto, pp.
40-57
[10] Cita
del cronista Juan Acosta hecha por Anthony F. Aveni. Observadores del cielo en el México Antiguo. México. FCE. 2013, p.
32.
[11] Bartolomé Clavero. Geografía jurídica de América Latina.
Pueblos indígenas entre constituciones mestizas. México. Siglo XXI
Editores. 2008.
[13] Jaime
I. Chi Pech. “La medicina tradicional maya desde un rincón de la medicina
moderna”. En Lidia Serralta Peraza et al.
Herbolaria maya. Patrimonio biocultural
para el mundo. México. UIMQRoo-Secretaría de Educación y Cultura de
Quintana Roo. 2014, pp. 17-20.
[15] Para Malinowski, la
ciencia de los “primitivos” no está desligada de sus oficios (trabajadores de
la tierra, del mar, canoeros), pero el prurito sistemático “es la matriz de la
que han de brotar los progresos superiores”. Además, se señala su condición de “anticuarios”,
naturalistas exhaustivos, sociólogos del pueblo, y algo que no dice Malinowski,
astrónomos al auscultar los cielos y hasta especialistas en el derecho: Pero en
éste existe la actitud del anticuario que apasionadamente se interesa por mitos,
cuentos, detalles tic costumbres, genealogías y acontecimientos antiguos, y
también la del naturalista que es paciente y esforzado en sus observaciones, y
capaz de generalizaciones y de poner en relación largas cadenas de sucesos en
la vida de los animales, en el mundo marino y en la jungla. Ya es bastante con
que tengamos en cuenta lo mucho que los naturalistas europeos a menudo han
aprendido de sus salvajes colegas en la apreciación del interés que por la
naturaleza siente el aborigen. Filialmente está, como todo estudioso sobre el
terreno sabe bien, el sociólogo y el informador ideal entre los nativos, que es
capaz de dar, con maravillosa pulcritud y penetración, la raison d'être, la función y la organización de muchas de las
instituciones más simples que existen en la tribu”. Bronislaw Malinowski.
Magia, Ciencia y Religión. Planeta Agostini. (1948 edición original en inglés).
[16] Anthony F. Aveni. Observadores del cielo en el México Antiguo.
México. FCE. 2013, pp. 28 y 31.
[17] “Aportes indígenas a la
Sociedad del Conocimiento”, en https://www.oei.es/historico/divulgacioncientifica/noticias_823.htm
[18] El “racismo de la
inteligencia”, como dice Bourdieu, es una de las formas más sutiles, más
difíciles de reconocer y por lo tanto de denunciar. “El racismo de la
inteligencia es aquello por lo cual los dominantes tratan de producir una
‘teodicea de su propio privilegio’, como dice Weber, esto es, una justificación
del orden social que ellos dominan. Es lo que hace que los dominantes se
sientan justificados de existir como dominantes, que sientan que son de una esencia superior. Todo racismo es
un esencialismo y el racismo de la inteligencia es la forma de sociodicea
característica de una clase dominante cuyo poder reposa en parte sobre la
posesión de títulos que, como los títulos académicos, son supuestas garantías
de inteligencia y que, en muchas sociedades, han sustituido en el acceso a las
posiciones de poder económico a los títulos antiguos, como los de propiedad o
los de nobleza”. Pierre Bourdieu. Sociología y cultura. México.
CONACULTA-GRIJALBO. 1990, pp. 277-78.
[19] Carlos Montemayor. “He
venido a contradecir. La cosmovisión de los pueblos indígenas actuales”. Desacatos, núm. 5, invierno 2000, p. 96.
[20] Recordemos
que el concepto Quincunx, es planteada por Cocom como la forma en que la
cultura maya es construida apelando a los discursos de cuatro ciencias: la
historia, la arqueología, la lingüística y la antropología, construyendo los
discursos sobre los mayas. Juan Castillo Cocom. “El Quincunx y el Encuentro de
dos Dinastías en la Noche de los Tiempos: Dilemas de la Política Yucateca”. En
Castillo Cocom y Quetzil Castañeda. Estrategias
Identitarias. Educación y la antropología histórica en Yucatán. Mérida,
Yucatán. UPN. 2004, pp. 255-278.
[21] Hace más de 20 años,
Héctor Díaz-Polanco escribió un concepto muy significativo de los procesos
engullidores de las identidades por parte, considero, no solo de las políticas
indigenistas sino hasta del turismo regional y su uso reiterado de lo maya
(desde la palabra misma, hasta los procesos socioeconómicos y políticos que
atraviesa el pueblo maya): “La etnofagia expresa entonces el proceso global
mediante el cual la cultura de la dominación busca engullir o devorar a las
múltiples culturas populares, principalmente en virtud de la fuerza de
gravitación que los patrones ‘nacionales’ ejercen sobre las comunidades
étnicas. No se busca la destrucción mediante la negación absoluta o el ataque
violento de las otras identidades, sino su disolución gradual mediante la
atracción, la seducción y la transformación…” Héctor Díaz-Polanco. Autonomía Regional. La autodeterminación de
los pueblos indios. México. Siglo XXI Editores. 1996, p. 97.
[22] Vale
la pena mirar la colección completa de las monografías de los pueblos indios
que hiciera el INI histórico. En el caso de los mayas de Quintana Roo, es
paradigmático el libro de Alfonso Villa Rojos. Los elegidos de Dios. Etnografía
de los mayas de Quintana Roo. México. INI. 1978.
[23] Guy Rozart Dupeyron. Indios imaginarios e indios reales en los
relatos de la conquista de México. Xalapa, México. Universidad Veracruzana.
2002, pp. 14-17.
[24] Desde luego que esto es
un diálogo con los trabajos de Castillo Cocom.
[25] Voz maya: traducido
como mandadero, pero igual peones. Más adelante explico esto.
[26] Por reificación,
entiendo el proceso de cosificación de la cultura maya, que se transforma en
mera relación de consumo en los ámbitos de la Xcaret-ización.
[27] “Grupo
Xcaret invertirá 5 mdd en Yucatán”. El
Financiero. 2 de marzo de 2014. En http://www.elfinanciero.com.mx/empresas/grupo-xcaret-invertira-mdd-en-yucatan
[28] “10 secretos de Xcaret.
En la Riviera Maya este parque ha llevado el concepto de diversión a otro
nivel”. El Universal. 12/07/2015, en http://www.eluniversal.com.mx/articulo/destinos/2015/07/12/10-secretos-de-xcaret#imagen-1
[29] Arqueólogos,
historiadores, el Quincunx remasterizado para la mercantilización de la
cultura.
[30] “Con la Travesía
Sagrada Maya Quintana Roo fortalece sus raíces”. Marín G. Iglesias. Mayo 23 de
2011. Diario Imagen Quintana Roo. En https://diarioimagenqroo.mx/noticias/?p=2717
[31] La travesía de los mayas. México. Conacyt-CIESAS-Xcaret. 2012.
Texto de José Antonio Flores Farfán. Ilustraciones de Marcelo Jiménez Santos,
versión maya de Bella Flor Canché Teh.
[32] Tradición
inventada en las escuelas, los concursos de altares en la Península no pueden
faltar cada año.