jueves, 21 de marzo de 2019

La Operación Berlín y la Operación Carlos Fuentes: dos momentos conspirativos de la derecha intelectual mexicana




Carlos Fuentes le llamó “cucaracha ambiciosa” a Krauze después de que éste había escrito “La comedia mexicana de Carlos Fuentes”, un ensayo con harta mala leche en la revista de Paz. Alberto Ruy Sánchez calificaría ese ensayo como de “estalinista y xenófobo”, y Paz, como Zeus tronitronante, lamentó que los comentarios de Ruy Sánchez se hayan vertido, cuatro largos años después, en “campo enemigo”, en el Coloquio de invierno de Nexos de 1992: la mafia literaria, acunada por el Salinato, se daba de dentelladas, no había pie para el disenso cuando Salinas prodigaba el presupuesto cultural vía el recién parido Sistema Nacional de Creadores y otras bolsas editoriales.
En ese texto, Krauze hasta le dice, palabras más, palabras menos, a Fuentes, que se trata de un gringo que escribe desde Hollywood sobre México, país al que no conoce más que por sus lecturas de probeta. En la obra de Fuentes, Krauze leía que “México era un libreto, no un enigma ni un problema y casi nunca una experiencia”. El biógrafo y hagiógrafo de Paz, Christopher Domínguez Michael, al cual he hecho referencia antes en el asunto de Ruy Sánchez, adjetivó como “demoledora” esa crítica krauzeana en la cual “algún eco había de las opiniones de Paz sobre Fuentes”. Es cierto lo que dice Domínguez Michael: “La comedia mexicana de Carlos Fuentes”, fue “un punto de no retorno en la historia de la crítica literaria en México”,[1] pero aquello sobrepasaba los límites de la crítica y se metía, como dijo claramente Paz, en los lábiles y subjetivos vericuetos de la psicología y las “querellas personalistas”. Ese fue el motivo del alejamiento de Fuentes de Paz, por una “cucaracha ambiciosa”.
Los comentaristas de izquierda vieron como una vendetta velada del poeta lo que Krauze había escrito sobre el novelista que se consideraba un fuerte competidor mexicano para agenciarse el premio de los suecos. Del mismo modo, algunos comentaron que el texto de Krauze era una continuación del Discurso de Frankfurt de Paz contra la izquierda latinoamericana, al denunciar éste la “dictadura burocrático-militar” sandinista. Lo cierto es que ese ensayo marcó el alejamiento de estos dos escritores. Tal vez Paz no había perdonado a Fuentes cuando, después de lo de Frankfurt, guardó silencio al saber de la quema en efigie del poeta.
En las cartas que Octavio Paz le envió a Pere Gimferrer, el 7 de abril de 1977 Paz menciona, a su amigo catalán, acerca de “Krauze, el nuevo secretario de Redacción de su revista” Vuelta (con el tiempo, este secretario llegaría a ser subdirector de ella). No había aparecido ese nombre en la correspondencia previa, que se remontaba a 1966; en 1976, Paz insistía a Gimferrer que le mandara una “nota” sobre la más reciente novela de Fuentes, la monumental e imprescindible Terra Nostra (creo, a mi parecer, la mejor novela fuentesiana). Dice la carta del 15 de junio de 1976: “Ya recibí tu nota sobre Carlos Fuentes. Me gusta de veras. La publicaremos junto con otra menos entusiasta de un joven mexicano, Adolfo Castañón. Tu nota, por supuesto, irá al frente. Lo que dices en ella me ha incitado a leer Terra Nostra. En un principio había dejado la novela para leerla en Cambridge pero creo que empezaré ahora, apenas termine dos o tres cosas urgentes”.[2]
Existen otras referencias amigables de Paz sobre Fuentes en años posteriores. El 17 de mayo de 1980, Paz, que se aprestaba para ir a Harvard a recibir un doctorado honoris causa, hizo referencia de “nuestros malquerientes de México, que son ya legión”. Y acto seguido, aclaraba: “Digo nuestros porque, aunque yo soy el blanco principal (han dejado descansar un poco a Fuentes), el objeto real de su animadversión es Vuelta y lo que representa”. Pero en 1988 vendría el terrible terremoto no sólo en el sistema político mexicano, cada vez más rupestre y sarmentoso, sino en la República de las letras mexicanas, “la magnitud de la demolición emprendida por el subdirector de Vuelta” [3] contra el escritor más visible de una izquierda pasteurizada y para nada radical. En la correspondencia con Gimferrer, el poeta hará mención de esta ruptura que fue vista como la reactualización del mito entre Caín y Abel a la mexicana. La carta está escrita en Paseo de la Reforma 369-104, fechada el 12 de julio de 1988, y en el Postdata de ella va la versión pazceana del asunto (Fuentes nunca respondió, pero “en dos o tres ocasiones no se aguantó las ganas de referirse ofensivamente al historiador”[4]). Transcribo:

Ya terminada esta carta y antes de echarla al correo, vuelvo al primer párrafo. Perdóname el pequeño desahogo que vas a leer. Como si no fuese bastante con el desajuste íntimo que experimento apenas regreso a México, debo ahora enfrentarme al pequeño escándalo provocado por el ensayo de Enrique Krauze sobre (contra) Carlos Fuentes. Yo hubiera preferido no publicar ese texto en Vuelta. No pude. Lo siento de verdad. Tú me conoces y sabes que lo que digo es cierto. Y no hubiera querido publicar ese escrito apasionado, por dos motivos. El primero: la vieja y sincera amistad que me une (o unía, no sé) a Fuentes. Una amistad resignada a sus intermitencias y a sus desapariciones súbitas seguidas por sus apariciones no menos súbitas. El segundo, porque soy enemigo de las querellas personalistas. Mis polémicas y batallas han sido siempre (o casi siempre) intelectuales e ideológicas. Pero, ¿cómo hubiera podido yo, que tantas veces he defendido la libertad de opinión, negar las páginas de la revista a un escritor mexicano –aparte de que ese escritor es, nada menos, el subdirector de Vuelta? La reacción, previsible, no se hizo espera: varios artículos de desagravio a Fuentes y otros de crítica acerba en contra de Krauze. Naturalmente, no han faltado los renacuajos que dicen –uno ya lo escribió- que se trata de una maniobra inspirada por mí para desacreditar a un rival aspirante al premio Nobel. ¡Qué infames! Jamás he ambicionado ese malhadado premio –es otra mi idea de la gloria- y nunca he movido ni moveré un dedo para tenerlo. Pero este incidente ha hecho más amargo mi regreso. No solamente he perdido a un amigo (inconstante y escurridizo, es cierto, pero también inteligente, generoso y cálido) sino que debo soportar callado las calumnias…Para colmo, regresé en el momento de las elecciones. La incompetencia de los del Gobierno –deberían haber aceptado la derrota del PRI hace dos años, en Chihuahua y en Sinaloa: eso les habría dado autoridad moral y credibilidad- y la antidemocrática intolerancia de los dos partidos de oposición me hacen temer lo peor. Ojalá y no perdamos en estos meses próximos los pocos espacios democráticos que habíamos ganado en los últimos años.[5]

Paz no veía con buenos ojos el crecimiento vigoroso de la izquierda mexicana, en esos últimos años de la Guerra fría, año del viraje profundo del Estado mexicano hacia el neoliberalismo pregonado por los halcones de Washington y la nueva clase de políticos mexicanos tecnócratas que habían estudiado en Harvard y otras universidades gringas, en donde el poeta daba sus cursos de literatura. La percepción de Paz sobre la oposición política era diametralmente distinta al posicionamiento de Fuentes (en 1987, Fuentes se había agenciado el premio Cervantes) sobre Cárdenas y Salinas: “Todos los elementos modernizantes de la sociedad mexicana -decía Fuentes a la prensa española- le han prestado el apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas, candidato de un movimiento de izquierda, en tanto que los elementos más arcaizantes, es una paradoja, se la han prestado a un hombre que propone la modernización”.[6]
No sé si el ensayo “La comedia mexicana de Carlos Fuentes”, aparecido en junio de 1988 en la revista Vuelta, guarde alguna relación con las elecciones del 6 de julio de 1988, cuando la izquierda mexicana ganó en los votos y perdió frente a la caída del sistema del “ogro filantrópico”; pero lo cierto es que, 30 años después, muerto Paz y Fuentes, el oscuro señor Krauze, convertido, en el sexenio peñanietista, en el hijo predilecto del presupuesto cultural, sería el autor principal de la fallida Operación Berlín junto con su secuaz, Fernando García Ramírez.



[1] Christopher Domínguez Michael, Octavio Paz en su siglo, Aguilar, México, 2014, pp. 465-469.
[2] Octavio Paz, Memorias y palabras. Cartas a Pere Gimferrer 1966-1997. Seix Barral Biblioteca Breve, México, 1999, p. 118.
[3] Domínguez Michael, Ibid., p. 469.
[4] Idem.
[5] Octavio Paz, Memorias y palabras. Cartas a Pere Gimferrer 1966-1997. Seix Barral Biblioteca Breve, México, 1999, pp. 327-328.
[6] Adela G. Revelo. “La resurrección de Lázaro. Octavio Paz, Carlos Fuentes y Arturo Azuela definen sus posiciones ante la nueva situación de México”, El País, 24 de julio de 1988, en https://elpais.com/diario/1988/07/24/cultura/585698403_850215.html

martes, 12 de marzo de 2019

Propuestas para rescatar las Interculturales: ¿por qué no una mayor federalización de ellas?






En el actual sexenio lópez-obradorista está en proceso de construcción y de arranque las sedes de las once Universidades para el Bienestar Benito Juárez García (UBBJ). En Yucatán se tiene contemplado la puesta en marcha de dos de ellas, en Ticul (Licenciatura en Educación Física y Medicina Integral y Salud Comunitaria) y en Yaxcabá (Ingeniería en Desarrollo Regional Sustentable). De igual forma está en proceso la construcción de la sede en Tihosuco y, al parecer, en Lázaro Cárdenas, Quintana Roo.
Estas universidades tienen como objetivo el hacer cumplir, a cabalidad, lo dispuesto por el artículo 3 Constitucional: toda persona tiene derecho a recibir educación por parte del Estado, que será gratuita “y tenderá a desarrollar armónicamente, todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia”. Como respuesta a la concentración de las IES en zonas urbanas, las universidades para el Bienestar Benito Juárez García se encontrarán en municipios rurales o semi-rurales (como es el caso de las de Yucatán y Quintana Roo). Las once universidades que están en proceso de iniciar cursos, son un aliciente y una esperanza, desde luego, para los pueblos indígenas de México, y para toda la gente de escasos recursos de este país, tanto jóvenes como adultos, que por cuestiones económicas no continuaron sus estudios universitarios. En las Universidades Benito Juárez García, señala una nota de prensa, no se cobrará “ni en inscripción ni en colegiaturas ni nada, aquí no pagan nada, ni el examen. Incluso, habrá un apoyo de beca mensual de 2 mil 400 pesos a cada estudiante”.[1]

Dirán que las universidades UBBJ tienen como antecedente a las Universidades Interculturales creadas en tiempos del derechista Vicente Fox Quezada. En tiempos de este personaje, en su sexenio se crearon casi todas las Universidades interculturales que existen actualmente en el país, y nadie, nadie protestó o señaló su molestia, como ahora muchos radicales, tanto tirios como troyanos, tienen la desfachatez de hacerlo. Estas universidades interculturales, según Sartorello, fueron creadas en el año 2002, y su creación se enmarcó “en las acciones desarrolladas como parte del Programa Nacional de Educación (2001-2006) para ampliar la cobertura de la educación superior hacia las regiones indígenas del país; en este sentido, forma parte de una estrategia integral que se sustenta en la implementación de programas compensatorios y de acción afirmativa dirigidos a mejorar el acceso y la atención de los jóvenes indígenas al nivel educativo superior. Entre éstos, el Programa Nacional de Becas para la Educación Superior (Pronabes) y el Programa de Atención a Estudiantes Indígenas (PAEIIES) de la ANUIES”.[2]
Actualmente muchas de las Interculturales gravitan entre el marasmo burocrático y la debilidad investigativa y hasta de docencia, las tremendas cotas de poder en intramuros universitarios (es el caso de la UIMQRoo, pero no exclusivamente de esta), y la corrupción administrativa (casi todas). En ellas, cuenta más una especie de “indio imaginario”, folklorizado y "xkaret-izado", visto desde las anteojeras de unas ciencias sociales culturalistas, positivistas y no comprometidas con la lucha real en torno a la liberación de los pueblos indios. Entre la simulación de derechos y la retórica de la interculturalidad por parte de un profesorado que se mueve siguiendo las lógicas de las universidades tradicionales, a más de una década del funcionamiento de éstas urge una revolución en sus estructuras y postulados mismos.
Esto tiene que ver con la forma en que fueron gestadas las UIES, dándole un margen mayor a los grupos de poder en los estados en que fueron implementadas. Lo señaló claramente en su momento Andrés Fábregas Puig, al hacer un recuento de su paso como rector fundador de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH): la debilidad más grande de la UNICH, pero no solamente de la UNICH, vale lo mismo para otras Interculturales, está en su diseño como organismo descentralizado del gobierno de Chiapas. “Ese grave error de diseño –apuntó Fábregas Puig- puso a la Universidad en manos del gobernador en turno y ello fue la causa de su declive”.[3] La idea que defiendo y sustento, para el posible resarcimiento de las UIES, sería de que el nuevo gobierno federalice aún más y tenga el control de mando de las UIES actuales, toda vez que muchas de ellas se mueven en el perfil que antes he señalado. La idea es otorgar una mayor federalización a estas importantes universidades que son parte vital de las comunidades indígenas donde se encuentran.
Las universidades que contempla el nuevo gobierno federal, rescatan lo mejor de las UIES y le agregan un fuerte basamento federal para contrarrestar la cacería de brujas, los enquistamientos podridos de poder, los botines académicos-políticos, los favores a la hermana o el hermano idiota del influyente en turno, y desde luego que se tienen que amoldar a la democratización y la libertad plena tanto para el profesorado y la relación administración-alumnado y rectores con obligado perfil que posibiliten el conocimiento de las diversas realidades de los pueblos y comunidades de México.  Frente a esto, las Interculturales fallidas, con su retórica neo indigenista, sus simulacros de diálogos, su fuerte dependencia a histéricos secretarios sectarios estatales de educación que ni les interesa la educación de los indígenas por razones que tienen que ver con el racismo epistémico, y sus cochupos en intramuros universitarios, tienen que modificar, están obligadas a modificar el rumbo, o puede que se queden hasta sin alumnos y maestros.




[1] “Afinan la llegada de las 11 universidades de AMLO”, por Lizbeth Flores. El Universal, 11 de marzo de 2019. En https://www.eluniversal.com.mx/estados/afinan-la-llegada-de-las-11-universidades-de-amlo?fbclid=IwAR3XocIOQImgfBnsXLvVwyK6EZCCjQYDJtuzwHC21HubsUdvnymOE_E-Ydo  
[2] Stefano Sartorello. “Universidades Interculturales en México: Reflexiones polifónicas y críticas a una década de su creación”. 30 de agosto de 2016. En http://www.educacionfutura.org/universidades-interculturales-en-mexico-reflexiones-polifonicas-y-criticas-a-una-decada-de-su-creacion/
[3] Andrés Fábregas Puig. “La Universidad Intercultural de Chiapas: una experiencia interrumpida”, en Floriberto González et al.  La Gestión de la Educación Superior Intercultural en México. Retos y perspectivas de las Universidades Interculturales. México-Universidad Autónoma de Guerrero, El Colegio de Guerrero, A.C. 2017, p. 83


Los motivos de Raimundo Chi: "Solo la guerra purificaría todas las injusticias que los blancos han cometido contra nuestro pueblo"

Si Tzucacab fue el pueblo de la firma de aquel tratado, en Peto la cosa se recompuso. Días después de que el Cura Vela y Pat lo suscribieran...

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