lunes, 13 de abril de 2020

A Cancún en su agonía: Miserables buscadores de propinas del turismo



Antes, en esta tierra caminaban los chicleros.
Y en la sabana aguardaba a la caza nocturna el jaguar.
Los saraguatos y los lagartos, en el Hondo y en las caoberas dormían.
Era la tierra que recorrió mi padre, combatiendo el paludismo.
Pero un día, cerrado el congal de La Habana por los barbudos triunfantes,
Los gringos quedaron sin putas donde ir,
Y en la irracionalidad de Guerras frías y calientes como mi cerveza,
Había que poner centinelas por todos los frentes de esa isla rebelde.
No había tanto que pensar, los Litempo mexicanos ofrendaron
La tierra de los cansados mayas rebeldes
Pues ya otro Díaz, el primer Litempo de todos, los había "pacificado" con sus batallones genocidas.
Y se armó el plan y el proyecto y el sueño de los banqueros y de la usura yucateca,
Y el nido de serpientes convocó a repitles y chacales.
Desbrozaron el monte, y en menos de una década construyeron los palacios.
Y otra vez los mayas, como en el chicle, dejaron la coa y empuñaron la cuchara,
Y fue cuando ahí comenzó el nuevo katún de la tristeza.

La involución de la Península comenzó
cuando el turismo masivo inició su senda agresiva
desde el malhadado proyecto Cancún:
éramos autónomos,
la milpa y la selva podrían rendir para mucho,
pero después nos volvimos miserables buscadores de propinas del turismo,
vía el "le muevo la panza",
la taxiada,
trabajar de media cuchara en las obras,
ser proxeneta en puteros para el gringo,
escribir poemas para el gringo,
buscar la chamba en el Crucero, amanecer borracho en el Parian,
ir a Señor Flogs tan de lejitos,
vender coca para el gringo,
hablar inglés para el gringo,
hacer "turismo sustentable” (nada de eso) para el gringo,
xcaretizarse para el gringo,
escribir tratados de turismo para el gringo,
acudir a congresos del turismo para el gringo,
devastar la ecología para el gringo,
servir de testaferro para el gringo,
darle las nalgas al gringo.

Nos hemos vuelto miserables buscadores de propinas de vidrio,
y todo esto ya no sirve: el gringo, nuestro conquistador y nuestra Iglesia de los días Xcaretizados,
se ha ido, no sé cuándo regresará.

jueves, 2 de abril de 2020

DE CUANDO PERDÍ UNA HAMACA EN CHETUMAL



Alberto Paraíso, poeta y cantor del mítico Hondo, pregunta a todos los vientos si alguien le presta una hamaca que no se esté despedazando. "Está muy vieja mi hamaca, y le soy fiel. Dicen que era del General Francisco May".

La mía era de mi abuelo, el coronel de su casa, Crescencio,
y un día se perdió para siempre.
La perdí en Chetumal, donde igual perdí la memoria de tantos días sin lustre.
Era una hamaca roja
como la pasión de las mulatas del Hondo,
vivía a dos esquinas de la bahía,
en un cuarto pequeño que me rentaba
un nativista curvatero
y culero de esa ciudad perdida.
Mi cuarto era el cuarto de los libros
una hamaca y una silla.

La mesa donde escribía,
daba de frente al viento marino,
a las aguas calmosas de mi bahía.
Y un día, no sé cuándo, puede que haya sido en abril,
la hamaca se comenzó a deshilar,
primero fue un hilo, luego otra hebra, luego muchas hembras,
le salió sargazos y olió a hembras-hebras taciturnas del Hondo.
Dos meses duró su partida, dos meses con sus días y crepúsculos malditos.
Y un día, como si nada, el último cáñamo de mi hamaca
salió de mi ventana,
voló como los papagayos
(a los cuales los huaches les dicen papalotes)
y se perdió ahí en esa cercana bahía.
Dicen que descansa en la panza de un manatí callado.

Los motivos de Raimundo Chi: "Solo la guerra purificaría todas las injusticias que los blancos han cometido contra nuestro pueblo"

Si Tzucacab fue el pueblo de la firma de aquel tratado, en Peto la cosa se recompuso. Días después de que el Cura Vela y Pat lo suscribieran...

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