En 1923, los vientos de cambio político a
nivel nacional pregonaban nuevos nubarrones en la “República de los Soviets”
yucatecos. ¿Quién del grupo de los sonorenses sucedería al caudillo Obregón? El
órgano oficial carrilloportista, la revista Tierra,
despejaba la duda: los socialistas optarían por el general Plutarco Elías
Calles para “la grande”, ya que era, según los socialistas yucatecos –con
adherentes en Campeche, Chiapas y Tabasco-, la única candidatura que “garantiza
el triunfo de los ideales proletarios dentro del orden”.
La contienda política que se
avecinaba sería fuerte, esto lo sabían los hombres cercanos
al gobernador socialista, como el viejo líder sindical nativo de Conkal, Héctor
Victoria Aguilar, quien el 5 de mayo de 1923, con una comitiva en la que se
encontraban Benjamín Carrillo Puerto, el quema iglesias Diego Rendón,
entre otros, había arribado a Peto en un tren extraordinario. Recibidos con
música y voladores por los socialistas del pueblo, en el Palacio municipal, Héctor
Victoria advirtió a los socialistas petuleños que se avecinaba una nueva lucha
política, quizá más fuerte que las luchas políticas pasadas, por la oposición
tenaz de los enemigos del Partido Socialista, principalmente, “los petroleros
del norte”, que estaban en contra de la candidatura del general Plutarco Elías
Calles, que es la que sostenían los socialistas. Con palabras premonitorias,
Victoria excitó a las ligas de resistencia de Peto “para que estén alertas y
que en cada casa de todo socialista no faltase un cuñete de pólvora y un Winchester
para rechazar al enemigo”.
Ese año, para principios de
diciembre de 1923, la pugna entre los bandos sonorenses por
el poder llevaría a la guerra a los seguidores de Adolfo de la Huerta (más de
la mitad de los
generales del ejército mexicano) contra el gobierno de Álvaro Obregón y
Plutarco Elías Calles. En lo que respecta a la cuestión
local, hay que apuntar que las legislaciones agrarias de Carrillo Puerto habían causado el
temor de los ricos hacendados y las clases propietarias, de que los socialistas
iniciarían una segunda etapa más radical de la reforma agraria con la expropiación de sus plantaciones de
henequén y empresas afines, y esto fue una razón de peso para que estos hacendados
vean su eliminación física como el gran remedio para tan tremendo mal.
Se deduce que estos hacendados, que resintieron la política agraria
carrilloportista de 1922 a 1923, como Felipe G. Cantón, Felipe G. Solís, Pastor
Campos, pero también Arturo Ponce Cámara, Geraldo y Lorenzo Manzanilla, Arcadio
Escobedo y Amado Cantón Meneses, juntaron 200,000 pesos para entregárselo al
primero con charreteras que se presentara para asesinar a Carrillo
Puerto.
La rebelión de Adolfo de la
Huerta –conocida como la rebelión Delahuertista- contra Obregón y Calles no
duraría ni medio año, pues para abril de 1924 ya había sido sofocada, pero,
como ha señalado Joseph, la mayor de sus víctimas tal vez haya sido el
socialismo yucateco,
pues la clase oligárquica de ese estado, como en la rebelión argumedista de
1915, vieron en los generales Juan Ricárdez Broca y a Hermenegildo Rodríguez, el medio idóneo para eliminar al
hombre fuerte del socialismo Yucatán.
De la rebelión Delahuertista
en Yucatán se ha hecho la crónica hasta la náusea de la huida de Carrillo Puerto, posterior al
amotinamiento de la tropa federal de Mérida, el día 12 de diciembre, dirigidos por Ricárdez
Broca y Rodríguez.
Ese mismo día se sabría en Mérida que el contingente de soldados de la guardia
federal, dirigidos por el coronel Carlos Robinson, que había ido a Campeche
para sofocar la rebelión Delahuertista en ese estado, había secundado a los
insurrectos campechanos, y a Robinson, militar cercano a Carrillo Puerto, se le
hizo prisionero de guerra. Al saber la nueva ese mismo día, Carrillo Puerto tomaría
la drástica decisión de abandonar Mérida dirigiéndose a Motul, para después seguir,
de pueblo en pueblo, marchando en tren y luego a caballos y mulas; hacia el
oriente con sus al final doce últimos seguidores –los doce apóstoles del
socialismo yucateco en la historiografía oficial meridana. Como un nuevo
Kukulcán, Carrillo Puerto haría el éxodo, o más bien, el calvario final hacia
el oriente en busca de las playas para llegar a Cuba y trasladarse a Estados
Unidos y unirse a los obregonistas en la frontera norte. Al final, el 21 de
diciembre de 1923, el “apóstol rojo de los mayas”
sería traicionado en el Cuyo por un supuesto carrillista, miembro de la Casta
Divina, Mario Ancona Cirerol. Traído a Mérida y siendo recluido en la
Penitenciaría Juárez, el Dragón rojo de Motul fue fusilado por los esbirros
militares de los hacendados yucatecos el 3 de enero de 1924, con varios de sus colaboradores
cercanos, entre los que se encontraban sus hermanos Benjamín, Wilfrido y Edesio
Carrillo Puerto, así como Manuel Berzunza.
Joseph, preguntándose el hecho
de por qué los supuestos 60,000 hombres con que contaba el Partido Socialista
del Sureste repartidos en las Ligas de Resistencia locales, hicieron casi nada
y dejaron que una fuerza militar menor derrotara y desmantelara el régimen de
Carrillo Puerto, apunta que la respuesta sería observando a dichas ligas de resistencia:
estas eran “organizaciones de papel” nominalmente mantenidas detrás de Carrillo
Puerto por los caciques con quienes éste gobernaba. Decía que salvo Braulio
Euán que dominaba en la región de Opichén y Maxcanú,
muy pocos de estos socialistas dieron su tiempo para la defensa del socialismo
yucateco. Además, señalando el concepto del “bandido social” de Hobsbawm, es de la idea de
que estos caciques tenían un nulo compromiso ideológico con el socialismo, pero
lo más grave era su falta de adiestramiento militar.
Es cierto que la mayoría de los ayuntamientos y consejos municipales gobernados
por los socialistas, cuando el golpe militar de Ricárdez Broca se presentó, hicieron
poca cosa para negarse a replegar a los designios militares, o bien, para
dimitir y entregar el poder a los antiguos liberales vueltos “adolfistas”
(seguidores de Adolfo de la Huerta);
o peor aún, como sucediera con algunos socialistas de Oxkutzcab, “co’ox virar”
y declararse seguidores de Adolfo de la Huerta.
Sin embargo, la abulia no fue
como la planteó Joseph, y podemos acotar, que no todas las ligas de resistencia
fueron pasivas al golpe militar contra Carrillo Puerto y su posterior
fusilamiento. Joseph señaló el caso de Braulio Euán, y otros más han señalado
“la rebelión de los kanxoques” contra el cobro de fastuosas sumas de dinero de
terrenos de propiedad particular,
aunque hay que acotar, que si bien es cierto que la revuelta de este pueblo
fronterizo oriental se dio en la coyuntura de la captura y fusilamiento de
Carrillo Puerto, no guarda relación alguna con una defensa del socialismo neto
y duradero. Sin embargo, en otro pueblo de frontera, que tal vez rompía el
esquema planteado por Joseph – es decir, de la falta de compromiso ideológico y
la poca experiencia militar de los seguidores de Carrillo Puerto-, se dio una
de las defensas del socialismo yucateco menos contadas por la historiografía
meridana: la noche del 22 de febrero de 1924, entre 50 y 60 hombres de los
pueblos mayormente indígenas de los alrededores de Peto, como Tahdziu Chacsinkín
y Progreso Nohcacab, que tenían una fuerte presencia socialista en sus combativas
ligas de resistencia,
secundaron en el asalto al cuartel militar de Peto, a un hombre que ya contaba
con 49 años de edad y que, como hemos visto, desde 1911, sino es que dos años
antes, estaba inmerso en las cuestiones políticas por el cual el pueblo de Peto
pasó. Se trataba de Elías Rivero, fundador de la Liga de Resistencia Socialista
local.
En los días en que el
gobernador Carrillo Puerto se dirigía al oriente, dejando Mérida a manos de los
golpistas acaudillados por el que se nombraría Gobernador y Comandante Militar
de Yucatán, Juan Ricárdez Broca; en la Villa de Peto Arturo Novelo, el que
fuera uno de los líderes del Comité Álvaro Obregón supuestamente “adherido” a
la Liga Central de Resistencia, ocuparía la presidencia municipal designado por
el mismo usurpador Ricárdez Broca. La primera acción de gobierno de Novelo, fue
dirigirse a Mérida el 16 de diciembre para traer un destacamento federal.
En Tzucacab, las nuevas autoridades
“adolfistas” defenestraron del poder a los socialistas encabezados por un
descendiente del veterano de la Guerra de Castas, Casiano Horta, del mismo
nombre y apellido que su ancestro militar. Horta estuvo en el poder en las presidencias
socialistas de 1918, de 1919 y de 1922. Esta vez, debido a la nueva situación,
los socialistas de Tzucacab tuvieron que abandonar el poder, y en la
presidencia municipal, encabezada por un tal Luciano Carrillo, como vocales
fungirían dos hombres dedicados al comercio y al chicle en Tzucacab: Pedro
Silveira y Galo Carrillo, así como un infaltable miembro de la parentela Güémez.
Para el 16 de diciembre de 1923, en Tzucacab corrió el rumor de que el
“socialista” Horta, junto con sus compañeros Eduardo Cardós y Ceferino
Solís, se encontraban a las afueras del
pueblo soliviantando “a sus conocidos” para que asaltaran la presidencia
municipal. Sin embargo, de diciembre hasta el 22 de febrero de1924, la región
de Peto no daría ningún viso de molestia por el cambio de las autoridades y el
derrocamiento y posterior asesinato de Carrillo Puerto.
Aunque demorados en su
reacción, lo cierto fue que los socialistas petuleños serían de los pocos que
se levantarían en armas y pondrían en zozobra la región, “toreando” varias expediciones militares en su búsqueda y captura. Horas antes
del ataque del 22 de febrero de 1924, estos sureños, con unas “herramientas
especiales”, levantaron la vía del ferrocarril a dos kilómetros de la estación
de Peto, la llenaron con piedras, y con esto el tren del siguiente día
descarriló. Además, aislaron más al pueblo cortando las líneas de teléfonos y
del telégrafo.
Las primeras noticias,
imprecisas, se dieron el día 24 de febrero,
pero al día siguiente los informes se extendieron. Se decía que como a las doce
de la noche del día 22, los vecinos del centro fueron despertados por algunos
tiros de fusil en la plaza, y que luego estos tiros pronto desembocaron en un
nutrido fuego. En total, de 50 a 60 hombres armados con escopetas y machetes
asaltaron el cuartel la noche de ese día, vigilado apenas por ocho policías. El
motivo del ataque tal vez se debió porque uno de los que secundó la rebelión
Delahuertista en Yucatán, el cacique de Santa Elena, José Loreto Baak, días
antes había aprehendido a diez sospechosos que fueron encarcelados en el cuartel
de Peto. Al saber que los “voluntarios” del “coronel” Baak habían salido de
Peto para inspeccionar los montes de Sotuta, los rebeldes aprovecharon para
entrar a Peto y liberal a los encarcelados. En el momento del ataque, el
presidente del Consejo municipal, el ex porfiriano Arturo Novelo, rifle en mano
salió a enfrentarse a los asaltantes, pero por una mala caminata tropezó y cayó
cerca de uno de los dos cadáveres de esa noche, dejando su arma al suelo.
“Milagrosamente”, el viejo porfiriano, y ahora “adolfista”, salvó la vida.
Posterior a la liberación de
los presos, estos socialistas de los pueblos alrededor de Peto, antes de
abandonar la Villa, lanzaron “vivas a don Elías Rivero, a quien llamaban general,
y mueras a don Arturo Novelo”. Luego tomarían el derrotero de Chacsinkín, y al pasar
por el pueblito de Xoy, tomarían a dos rehenes.
Se decía que, además del “general Rivero”, otro de los cabecillas era el
temible Cancionilo Muñoz, socialista que participó en los saqueos del 17 de
agosto de 1915. En total, media hora les bastó a estos ya levantados en armas
para liberar a sus compañeros y proclamar, tal vez sin querer, una de las pocas
defensas del socialismo en Yucatán.
Después de estos ataques,
para el sábado 23, en Peto una muchedumbre del pueblo presenció el ahorcamiento
en unos famosos almendrones de la plaza principal, de dos asaltantes capturados. Arturo Novelo organizó estas
ejecuciones sumarias. Estos hombres de Rivero, de los pocos junto con Santiago
Biana490 en la región de Tinum y Uayma y algunos socialistas de la región de
Yaxcabá, harían incursiones, asaltos, y pondrían en un estado de zozobra a las
regiones en las que se movían. Por ejemplo, apenas y se supo en el ingenio
Catmís, que Rivero era el que encabezaba a los alzados, de inmediato se tomaron
medidas de precaución para que no ocurriera lo mismo que pasó en marzo de 1911,
cuando se dio el saqueo y quemadera de este ingenio esclavista de la Casta
Divina. Varios trenes militares arribarían con tropas al pueblo para perseguir
a los rebeldes de la región de Peto, como los 110 hombres de la Brigada de
voluntarios encabezada por José Loreto Baak, el camaleónico cacique de Santa
Elena que fue defensor de Victoriano Huerta, luego presidente de la Liga de
Resistencia de su feudo pueblerino, y, por último, Delahuertista. 40 soldados
más del 18 Batallón, lo secundaría, vigilando la región de Peto y Sotuta.
Días después del ataque al
cuartel de Peto, el tren ordinario del sur, que sería escoltado al día
siguiente de su descarrilamiento por el 18 Batallón federal durante el tiempo
que duró la rebelión de la huertista, fue lapidado en la estación de San
Antonio, cercano a Tzucacab. Otras nuevas fuerzas exploradoras de caballería de
soldados y voluntarios encabezados por José Loreto Baak, cruzarían los montes
de Ek Balam, de Dziuché y de Chacsinkín, hallando pocos rastros de los
rebeldes, salvo un individuo que trajeron preso del rumbo de Dziuché. En Peto,
al día siguiente del ataque, el toque de queda comenzó desde las diez de la
noche. La zozobra ante estos “alzados” que recorrían los montes del sur sin ser
vistos por estas columnas volantes, tal vez tuvo como efecto que varias
familias del pueblo se ausentaran para irse a otros lugares del estado.
La rebelión Delahuertista no
duró ni medio año, pues para el 17 de abril Yucatán ya estaba “liberada” de los
golpistas militares con la entrada a Mérida del divisionario obregonista
Eugenio Martínez. Los golpistas huirían por Peto y por el rumbo de Chemax, internándose
en el Territorio de Quintana Roo. Pronto varios pueblos y ciudades comenzaron a
ser retomados por los socialistas y las fuerzas federales leales a Obregón. En Peto,
el Consejo Municipal socialista, depuesto para diciembre de 1923, pidió a la
media centena de soldados delahuertistas su rendición incontinenti, otorgándole
todas las garantías para su salida con vida de la Villa, rodeada de hombres de
la región alzados en armas. Al verificarse esta salida, la Villa de Peto sería
partícipe de un acto que no se vio en la rebelión de 1911: la entrada de un,
podríamos adjetivarle, pequeño “ejército campesino” de los pueblos de la región
de Peto marchando con marcialidad en una Villa liberada de los Delahuertistas.
Y este pequeño ejército campesino lo encabezaba el viejo caudillo petuleño, Elías
Rivero, defensor del socialismo en Yucatán. La nota por si sola es elocuente:
El viernes 18 de
los corrientes, a las 12 del día, al frente de sus tropas formadas por unos trescientos
hombres armados con escopetas y machetillos, hizo su entrada en Peto el señor Elías
Rivero, quien, como se sabe, andaba alzado en armas contra el régimen revolucionario
desde hace algo más de dos meses. Rivero y sus tropas ocuparon el Palacio Municipal,
e inmediatamente, dicho señor comunicó su actitud al Divisionario don Eugenio
Martínez, jefe de operaciones militares en la Península. Rivero dio toda clase
de garantías y sus tropas guardaron el más completo orden, en vista de lo cual
cesó la natural alarma que siempre provocan esta clase de acontecimientos. En
la tarde del mismo día, Rivero y su gente concurrieron a la estación de los
ferrocarriles en espera del tren militar del Gral. Olachea que llegó a las 9:15
pm siendo objeto de una gran recepción, en medio de entusiastas vítores al
Supremo Gobierno. El Consejo Municipal ofreció al alto militar recién llegado y
a sus tropas, una comida que fue servida en el local de la misma estación, y
concluida ésta tuvo el Gral. Olachea una conferencia con el Sr. Rivero, en la que
éste protestó una vez más su fidelidad al Gobierno…
La crónica nacional de ese periodo ha
sido escrita por Dulles (1977). Para el caso yucateco, cfr. Sánchez
Novelo (1991). En ese lapso, murieron los dos
pilares de las transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales en
el Yucatán revolucionario: Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto, que se
encontraban en bandos distintos.
La frase es de Sarkisyanz (1995).
“Nuevos
datos del consejo de guerra y de las ejecuciones”. La Revista de Yucatán, 4 de enero de 1924.
En Dzitás, Tepakán, Halachó, Teya,
Sumá, Kimbilá, Cicilcum, Tixkochoh, Dzilam Bravo, Sotuta y Tacchibichhén,
fueron alguno de los pueblos gobernados por socialistas que dimitieron y
entregaron el poder a los liberales adolfistas, o bien que reconocieron el
régimen de Adolfo de la Huerta. Cfr. La
Revista de Yucatán , 17 de diciembre de 1923. Lo mismo sucedió en pueblos
como Pomuch, Conkal, Muna, Temax, Dzitbalché y Calkiní.
“De Oxkutzcab. Diciembre 19 de 1923.
Partidos políticos”. La Revista de Yucatán, sábado 22 de diciembre
de 1923.
Estos pueblos habían pedido tierras
mediante sus ligas locales de resistencia ayudadas por la Liga local de Peto
presidida por Rivero.
“De Peto. Diciembre 15 de 1923”. La Revista de Yucatán, 18 de diciembre
de 1923.