Plaza principal de Ichmul. Fuente: Álbum fotográfico: recuerdo de la excursión del señor
gobernador a Santa Cruz de Bravo, Mérida, 1901.
En un próximo libro mío sobre
la historia de algunos pueblos mayas peninsulares cercanos a la “frontera” entre
Yucatán y Quintana Roo (Ichmul, X-Querol, Sacalaca, Sabán, Uaymax y Tihosuco),
y que fueron repoblados a partir de sucesivas migraciones de mayas yucatecos desde
1915, 1930 y 1940, abordo una serie de conflictos de límites que se dieron en
algunos ejidos de Yucatán con los nuevos pueblos quintanarroenses, que se
traslaparon al formarse y constituirse los nuevos ejidos del Territorio y del
posterior Estado de Quintana Roo. La frontera entre estos dos estados, siempre
ha sido una frontera movible, de cara a un “oriente indómito” que a lo largo
del siglo XX fue perdiendo su hostilidad selvática mientras el Estado en la
zona se afianzaba, vía la infraestructura necesaria, en puntos cercanos a la
costa (y más a partir del turismo después de 1970), a la región de Carrillo
Puerto, Chetumal y su hinterland del
Hondo, al mismo tiempo que dejaba a los caciques mestizos de un antiguo
campamento chiclero y del pueblo creado por José María Barrera, la
gobernabilidad de un territorio frágil, agrícola, terriblemente asimétrico, y
que hasta bien entrado el siglo XX, tenía y sigue teniendo una fuerte presencia
del elemento indígena. Era la Zona Maya, marginal en lo económico, lo político
(nunca ha habido un gobernador salido de esta zona), lo educativo (la
infraestructura difícil para dar cobertura necesaria a pueblos enquistados en
plena selva), y que en cuanto a su raigambre indígena, ha servido para la
recreación de la “Xcaret-ización” política de un estado que nunca ha dejado de
ser indigenista y clientelar en su relación con el pueblo maya del estado.
Esto viene a colación
porque, recientemente, se ha suscitado una serie de declaraciones –políticas, unas;
jurídicas, algunas; con mirada histórica, pocas- entre distintas voces de
Quintana Roo y Yucatán, a propósito de las divisiones fronterizas entre ambos
estados, que tiene que ver con una larga serie de densa y farragosa literatura
sobre el “conflicto limítrofe” entre los tres estados de la Península. En
Quintana Roo, equidistante con esos impulsos de trasnochados nativistas de los
últimos días, se presenta una escuela historiográfica, geográfica, de
especialistas y peritos historiográficos de la frontera, en pos de defender,
con el dato supuestamente científico, los sacrosantos límites territoriales de
un estado creado bajo los impulsos de control geopolítico y económico de los
científicos que medraron en la larga dictadura porfiriana. Tanto la
historiografía “lírica”, como los sapientísimos doctores en geografía e
historia, han acudido al llamado del Curvato nativista para aquilatar la erudición
y así defender los “cimientos eternos” de la mojonera del Put, o correrlo un
poco más hacia occidente para así ganar el espacio vital de una “identidad”
quintanarroense que no cuaja y descreo que cuaje algún día, mientras hacemos
ferias del queso bola y pugnamos por nuestra universal heterogeneidad.
Las fronteras son
movibles, y más en ese “oriente indómito” de la Península. ¿Quién de nosotros
sabe, bien a bien, que, en un famoso mapa de 1884, el de Antonio García Cubas,
el primer geógrafo mexicano, aún existía la vieja cartografía de los antiguos
partidos políticos yucatecos anteriores a la terrible guerra de 1847, esa
guerra que marcó el fin del control efectivo de Yucatán de la costa oriental?
En la visión mapóloga de García Cubas, y como un antecedente necesario para el
conocimiento geográfico de una zona que diecisiete años después sería
conquistada por las tropas porfirianas, más de la mitad de lo que hoy es
Quintana Roo formaba parte del extenso Partido Político de Peto (apunto esto
para todos los nativistas, apunto esto, en el entendido de que todas las
fronteras intra-estatales son ficticias). Recordemos que, en las divisiones jurisdiccionales del siglo XIX,
había distritos, partidos y municipios, así como estado o departamentos. ¿Cuál
eran los límites de la jurisdicción política del Partido de Peto? Debido a que
la guerra prolongada contra Santa Cruz llevó a un “cincelamiento” de las
fronteras interiores en la Península posterior a 1854, no obstante, para 1884
el Atlas Mexicano de García Cubas,
para la sección del estado de Yucatán todavía consideraba, dentro de los
límites de este inmenso Partido, a buena parte de sus pueblos que quedaron
abandonados, u ocupados, por las huestes santacruceñas: Ichmul, Tepich, Tituc,
Chunhuhub y hasta la lejana Bacalar, tomada por los santacruceños desde 1858,
venía a formar parte de este ahistórico mapa. Vuelvo a repetir, para todos los
nativistas y sus especialistas de las fronteras, que las fronteras que cortan
la Península son una ficción jurídica que no resiste el dato histórico de que
la Península, aún el Caribe mexicano y su secuela antillana, es una.
Pero a este sentido
común, ahora, los estudiosos de las fronteras tal parece que le siguen el juego
a los políticos del patio, cuando dan razones para la integración de las
fronteras estatales, olvidándose de que, al menos en la Península, existe un
sentimiento de peninsularidad en un gran manchón poblacional de ella donde el
pueblo maya o la cultura yucateca (desde el hablar aporreado y pringados de
mayismos y uayeísmos, la gastronomía
a base de cerdo y habanero, los mitos y consejas que se aprenden desde los años
de teta, los intereses de Mérida como nodo urbano y sus viajes a ella)
solidifica la identidad trans-estatal yucateca. En lo que cabe, la Península,
siguiendo el viejo adagio que me dijo un yucatecólogo, es una. La península es
una, y Quintana Roo es un estado “multi” y pluricultural formado por migrantes,
hasta el punto de que el actual gobernador es yucateco. Contra ese dato
histórico de la trashumancia, de las tantas historias de migración, no existe
sentido alguno para encasquetarnos en las defensas chauvinistas de las
fronteras estatales: no hay fronteras que valgan para “los bárbaros” modernos.
Sin embargo, vale la
pena observar que, frente a toda la madeja teórica y disquisición jurídica
sobre las fronteras interiores de la Península, se encuentra un segmento
poblacional peninsular que cruza todos los días las fronteras que se le presentan.
Apelemos a la historia para comprobar esta aserción, es decir, a la
microhistoria de dos pueblos o de una microrregión que cruza la frontera entre
Yucatán y Quintana Roo, y que comienza en Ichmul y termina en Sabán, pasando
por Sacalaca y X-Querol. Casi a todos los hombres y mujeres de esta región los
distingue su parentesco cultural, forman parte del pueblo maya, y son
descendientes de los que cruzaron la frontera a lo largo del siglo XX para
repoblar los antiguos pueblos perdidos de la Guerra de Castas. Las regiones cercanas a
la frontera (los pueblos de Petulillo e Ichmul, en Yucatán, y Tabasco, Sacalaca
y X-Querol, en Quintana Roo ), hasta bien entrado la década de 1960, no estaban
bien a bien visibilizados en la cartografía nacional: Ichmul aparece en 1960
como parte del Territorio de Quintana Roo, o bien, Sacalaca se presenta en el
estado de Yucatán.
Del mismo modo, en el
registro agrario de pueblos como Petulillo, Sacalaca, Tabasco e Ichmul (el
cuadrángulo de pueblos fronterizos de esta parte central de la Península), existe
un sinfín de problemas en torno a las dotaciones de tierra y los traslapes de
ejidos otorgados por la mano presidencial desde un lejano centro de México. Los
casos más citados, son los de los pueblos de Ichmul y X-Querol (este último, el
antiguo Celul de tiempos coloniales), generados a partir de que el Territorio
de Quintana Roo se constituye en estado: una parte de los de Ichmul, por
razones de que su jurisdicción agraria se encontraba en la lejana Chetumal,
decidieron pertenecer a la jurisdicción de Yucatán, toda vez que el lugar más
cercano para hacer sus dirigencias político-administrativas, era Chikindzonot,
o bien, Peto. Vale la pena citar una carta que los labriegos de Ichmul le
enviaron para septiembre de 1964, al Jefe del Departamento de Asuntos Agrarios
y de Colonización, Roberto Barros Sierra, en México:
“Tenemos a bien dirigirnos a usted para hacer de su Superior conocimiento que todos los habitantes de este poblado denominado Ichmul tomamos el acuerdo de la manera más espontánea de pasar a pertenecer al Estado de Yucatán, ya que para que se nos resuelvan los asuntos indispensables para la buena marcha de nuestro pueblo éramos siempre atendidos por el Presidente Municipal de Chikindzonot, Yuc., Municipio del que hoy pertenecemos y distante únicamente a 15 kilómetros de este poblado, teniendo la firme convicción de que nuestro pueblo está dentro del territorio yucateco. No sabemos por qué razón el Gobierno del Territorio de Quintana Roo venía controlando nuestro pueblo, circunstancia que nos obligaba a ir hasta Carrillo Puerto, Quintana Roo distante 140 kilómetros de esta población, para tratar cualquier asunto que se relacionara con nuestro poblado…por lo que no queriendo los habitantes de este poblado entenderse más con el Territorio de Quintana Roo, le rogamos de la manera más encarecida se sirva ordenar al C. Delegado de Asuntos Agrarios y de colonización en Yucatán sea quien en lo sucesivo nos atienda…”[1]
Pero no todos los de
Ichmul decidieron formar parte de Yucatán. En años posteriores, conflictos en
torno al poder ejidal harían que un grupo de “catorce disidentes” del ejido de
Ichmul, así como otros campesinos de Yucatán, decidieran fomentar los parajes
olvidados del viejo Celul. Se formaría X-Querol, lugar donde, dice la memoria
oral de los lugareños, abundaba el venado, el kéej, y otros animales del monte de la región. El grupo “disidente”
de Ichmul, constituyó, a mediados de la década de 1970, “un nuevo núcleo de
población llamado X-Querol a donde se han trasladado los catorce miembros del
Ejido de Ichmul y grupos de otras poblaciones”.
Los documentos en mi
poder indican que la Delegación agraria de Quintana Roo, informando al
gobernador yucateco Francisco Luna Kan, solicitó el reconocimiento legal del nuevo
grupo poblacional, “así como del número de campesinos con derecho a salvo” para
la ampliación del ejido. Los del “grupo disidente”, es decir, los nuevos
X-Querolenses, solicitaron no sólo ampliación sino “la división del ejido” de
Ichmul, “asignándose el número de unidades que les correspondía”. La respuesta
de los de Ichmul (es decir, los proyucatecos) fue inequívocamente negativa: “Los
campesinos de Ichmul no aceptaron, indicando que de acuerdo con la depuración
censal hecha, el número de parcelas abandonadas debe llenarse con campesinos
carentes de tierras del propio Ichmul, solicitando se concluyera el expediente
relativo a las adjudicaciones que les corresponden y que por su parte el grupo disidente
solicitara tierras al Gobierno de Quintana Roo”.[2]
En palabras de los “disidentes”
de X-Querol, el conflicto, que no fue al principio agrario, comenzó por una
mala resolución de los asuntos internos del ejido: “Nosotros no
estábamos contentos con el trato que nos daban en Ichmul. Había ‘política’ en
el ejido y no nos dejaban trabajar. Por eso venimos aquí, donde había abandono
y destrucción, y nosotros chapeamos, arreglamos la plaza y construimos nuestras
casas. Recibimos mucha ayuda del gobierno de Quintana Roo. Nos
dieron luz eléctrica, construyeron el local de la escuela y el jardín de niños
y mandaron a los maestros. Por eso queremos ser de Quintana roo”.[3]
La política que causa
división, el control ejidal que creó pequeños cacicazgos indígenas, en Ichmul
llevó a una división del pueblo y que fue igual canalizada por un futuro estado
quintanarroense que necesitaba llegar a una cuota mínima poblacional para
constituirse como Estado. A pesar de formar parte del mismo origen, de
compartir hasta ahora el mismo cementerio y encontrarse a pocos kilómetros, una
carretera de terracería señala el límite entre el estado de Yucatán y el de
Quintana Roo, esa misma carretera que los lugareños cruzan cuando la fiesta del
pueblo es en Ichmul, o bien, la fiesta es en X-Querol, Sacalaca o Sabán.
En la memoria de una
profesora quintanarroense del medio rural indígena, se toca ese conflicto por
cuestiones de tierras entre los de Ichmul y X-Querol. Dice la entrevista que le
realicé a principios de 2017:
Yo estaba de profesora cuando se dio nuevamente una serie de problemas ejidales, entre Ichmul, de Yucatán, y X-Querol, de Quintana Roo. Resulta que X-Querol forma parte del ejido de Ichmul desde la dotación a este último. Después vienen los problemas ejidales como consecuencia de los problemas políticos en Ichmul. Entre 1981 y 1984 casi se deshabita X-Querol, de tener casi 70 familias, bajó a tener sólo cuatro, unos se fueron a Pimientita, a Puerto Arturo, a San Juan Oriente. Yo daba clases a fines de 1970 en X-Querol, y como a las 8 de la mañana, observo a un nutrido grupo de campesinos que llegaron a Xquerol machete en mano, se pusieron en medio del pueblo, eran como 80 personas, venían de Ichmul, y gritaban que era de ellos la comunidad, que no es de ellos, es de Yucatán, y comenzaron a ‘brechar’ sus límites, que abarcaba todo el pueblo. Pues el gobierno de Quintana Roo ya había invertido en X-Querol, tenían su escuela primaria, luz, etc. Fueron a pelear los de X-Querol pero el ejido sigue en Yucatán. Solo quedaron pocas familias. Un señor, del coraje, bombardeó su casa y dijo que no se lo iban a dejar a Ichmul.[4]
Apelamos a la historia
para tratar de modificar algunas posiciones maniqueas en torno a la defensa de
los ficticios límites territoriales. Al final, los que deciden debe ser la gente, los
lugareños, pero lo mejor, y tal vez esto es una utopía, es apelar a la idea de
que la Península es una.
[1] RAN, Mérida, expediente núm. 23/536, asunto Dotación. Poblado Ichmul,
municipio Chikindzonot, foja. 12.
[2] RAN, Mérida, expediente núm. 23/536, asunto Organización. Poblado Ichmul, municipio
Chikindzonot, foja. 40.
[3] Diario
de Yucatán. Sábado 26 de enero de 1980. “Continúa el problema limítrofe con
Quintana Roo”.
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