Carlos Fuentes le llamó “cucaracha
ambiciosa” a Krauze después de que éste había escrito “La comedia mexicana de
Carlos Fuentes”, un ensayo con harta mala leche en la revista de Paz. Alberto
Ruy Sánchez calificaría ese ensayo como de “estalinista y xenófobo”, y Paz, como
Zeus tronitronante, lamentó que los comentarios de Ruy Sánchez se hayan vertido,
cuatro largos años después, en “campo enemigo”, en el Coloquio de invierno de
Nexos de 1992: la mafia literaria, acunada por el Salinato, se daba de
dentelladas, no había pie para el disenso cuando Salinas prodigaba el
presupuesto cultural vía el recién parido Sistema Nacional de Creadores y otras
bolsas editoriales.
En ese texto, Krauze hasta le
dice, palabras más, palabras menos, a Fuentes, que se trata de un gringo que
escribe desde Hollywood sobre México, país al que no conoce más que por sus
lecturas de probeta. En la obra de Fuentes, Krauze leía que “México era un
libreto, no un enigma ni un problema y casi nunca una experiencia”. El biógrafo
y hagiógrafo de Paz, Christopher Domínguez Michael, al cual he hecho referencia
antes en el asunto de Ruy Sánchez, adjetivó como “demoledora” esa crítica
krauzeana en la cual “algún eco había de las opiniones de Paz sobre Fuentes”.
Es cierto lo que dice Domínguez Michael: “La comedia mexicana de Carlos Fuentes”,
fue “un punto de no retorno en la historia de la crítica literaria en México”,[1]
pero aquello sobrepasaba los límites de la crítica y se metía, como dijo
claramente Paz, en los lábiles y subjetivos vericuetos de la psicología y las “querellas
personalistas”. Ese fue el motivo del alejamiento de Fuentes de Paz, por una “cucaracha
ambiciosa”.
Los comentaristas de
izquierda vieron como una vendetta velada del poeta lo que Krauze había escrito
sobre el novelista que se consideraba un fuerte competidor mexicano para
agenciarse el premio de los suecos. Del mismo modo, algunos comentaron que el
texto de Krauze era una continuación del Discurso de Frankfurt de Paz contra la
izquierda latinoamericana, al denunciar éste la “dictadura burocrático-militar”
sandinista. Lo cierto es que ese ensayo marcó el alejamiento de estos dos
escritores. Tal vez Paz no había perdonado a Fuentes cuando, después de lo de
Frankfurt, guardó silencio al saber de la quema en efigie del poeta.
En las cartas que Octavio Paz
le envió a Pere Gimferrer, el 7 de abril de 1977 Paz menciona, a su amigo
catalán, acerca de “Krauze, el nuevo secretario de Redacción de su revista” Vuelta (con el tiempo, este secretario
llegaría a ser subdirector de ella). No había aparecido ese nombre en la
correspondencia previa, que se remontaba a 1966; en 1976, Paz insistía a
Gimferrer que le mandara una “nota” sobre la más reciente novela de Fuentes, la
monumental e imprescindible Terra Nostra
(creo, a mi parecer, la mejor novela fuentesiana). Dice la carta del 15 de
junio de 1976: “Ya recibí tu nota sobre Carlos Fuentes. Me gusta de veras. La
publicaremos junto con otra menos entusiasta de un joven mexicano, Adolfo
Castañón. Tu nota, por supuesto, irá al frente. Lo que dices en ella me ha
incitado a leer Terra Nostra. En un
principio había dejado la novela para leerla en Cambridge pero creo que
empezaré ahora, apenas termine dos o tres cosas urgentes”.[2]
Existen otras referencias
amigables de Paz sobre Fuentes en años posteriores. El 17 de mayo de 1980, Paz,
que se aprestaba para ir a Harvard a recibir un doctorado honoris causa, hizo
referencia de “nuestros malquerientes de México, que son ya legión”. Y acto
seguido, aclaraba: “Digo nuestros porque, aunque yo soy el blanco principal
(han dejado descansar un poco a Fuentes), el objeto real de su animadversión es
Vuelta y lo que representa”. Pero en
1988 vendría el terrible terremoto no sólo en el sistema político mexicano,
cada vez más rupestre y sarmentoso, sino en la República de las letras
mexicanas, “la magnitud de la demolición emprendida por el subdirector de
Vuelta” [3]
contra el escritor más visible de una izquierda pasteurizada y para nada
radical. En la correspondencia con Gimferrer, el poeta hará mención de esta
ruptura que fue vista como la reactualización del mito entre Caín y Abel a la
mexicana. La carta está escrita en Paseo de la Reforma 369-104, fechada el 12
de julio de 1988, y en el Postdata de ella va la versión pazceana del asunto
(Fuentes nunca respondió, pero “en dos o tres ocasiones no se aguantó las ganas
de referirse ofensivamente al historiador”[4]).
Transcribo:
Ya terminada esta carta
y antes de echarla al correo, vuelvo al primer párrafo. Perdóname el pequeño
desahogo que vas a leer. Como si no fuese bastante con el desajuste íntimo que
experimento apenas regreso a México, debo ahora enfrentarme al pequeño
escándalo provocado por el ensayo de Enrique Krauze sobre (contra) Carlos
Fuentes. Yo hubiera preferido no publicar ese texto en Vuelta. No pude. Lo siento de verdad. Tú me conoces y sabes que lo
que digo es cierto. Y no hubiera querido publicar ese escrito apasionado, por
dos motivos. El primero: la vieja y sincera amistad que me une (o unía, no sé)
a Fuentes. Una amistad resignada a sus intermitencias y a sus desapariciones
súbitas seguidas por sus apariciones no menos súbitas. El segundo, porque soy
enemigo de las querellas personalistas. Mis polémicas y batallas han sido
siempre (o casi siempre) intelectuales e ideológicas. Pero, ¿cómo hubiera
podido yo, que tantas veces he defendido la libertad de opinión, negar las
páginas de la revista a un escritor mexicano –aparte de que ese escritor es,
nada menos, el subdirector de Vuelta? La reacción, previsible, no se hizo
espera: varios artículos de desagravio a Fuentes y otros de crítica acerba en
contra de Krauze. Naturalmente, no han faltado los renacuajos que dicen –uno ya
lo escribió- que se trata de una maniobra inspirada por mí para desacreditar a
un rival aspirante al premio Nobel. ¡Qué infames! Jamás he ambicionado ese
malhadado premio –es otra mi idea de la gloria- y nunca he movido ni moveré un
dedo para tenerlo. Pero este incidente ha hecho más amargo mi regreso. No solamente
he perdido a un amigo (inconstante y escurridizo, es cierto, pero también
inteligente, generoso y cálido) sino que debo soportar callado las calumnias…Para
colmo, regresé en el momento de las elecciones. La incompetencia de los del
Gobierno –deberían haber aceptado la derrota del PRI hace dos años, en
Chihuahua y en Sinaloa: eso les habría dado autoridad moral y credibilidad- y
la antidemocrática intolerancia de los dos partidos de oposición me hacen temer
lo peor. Ojalá y no perdamos en estos meses próximos los pocos espacios
democráticos que habíamos ganado en los últimos años.[5]
Paz no veía con buenos ojos
el crecimiento vigoroso de la izquierda mexicana, en esos últimos años de la Guerra
fría, año del viraje profundo del Estado mexicano hacia el neoliberalismo
pregonado por los halcones de Washington y la nueva clase de políticos mexicanos tecnócratas que habían estudiado en Harvard y otras universidades
gringas, en donde el poeta daba sus cursos de literatura. La percepción de Paz
sobre la oposición política era diametralmente distinta al posicionamiento de Fuentes
(en 1987, Fuentes se había agenciado el premio Cervantes) sobre Cárdenas y
Salinas: “Todos los elementos modernizantes de la sociedad mexicana -decía
Fuentes a la prensa española- le han prestado el apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas,
candidato de un movimiento de izquierda, en tanto que los elementos más arcaizantes,
es una paradoja, se la han prestado a un hombre que propone la modernización”.[6]
No sé si el ensayo “La
comedia mexicana de Carlos Fuentes”, aparecido en junio de 1988 en la revista
Vuelta, guarde alguna relación con las elecciones del 6 de julio de 1988, cuando
la izquierda mexicana ganó en los votos y perdió frente a la caída del sistema
del “ogro filantrópico”; pero lo cierto es que, 30 años después, muerto Paz y
Fuentes, el oscuro señor Krauze, convertido, en el sexenio peñanietista, en el
hijo predilecto del presupuesto cultural, sería el autor principal de la
fallida Operación Berlín junto con su secuaz, Fernando García Ramírez.
[2] Octavio Paz, Memorias y palabras. Cartas a Pere Gimferrer
1966-1997. Seix Barral Biblioteca Breve, México, 1999, p. 118.
[5] Octavio Paz, Memorias y
palabras. Cartas a Pere Gimferrer 1966-1997. Seix Barral Biblioteca Breve, México,
1999, pp. 327-328.
[6] Adela
G. Revelo. “La resurrección de Lázaro. Octavio Paz, Carlos Fuentes y Arturo
Azuela definen sus posiciones ante la nueva situación de México”, El País, 24 de julio de 1988, en https://elpais.com/diario/1988/07/24/cultura/585698403_850215.html
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