Chetumal es una
elegía que se eructa en el recuerdo de una borrachera.
La grupa de Payo
Obispo, una barcaza donde muchos subían
para remar a
contracorriente de su amor mercenario
en el río Hondo de
la tristeza de Chetumal y sus quimeras moribundas.
La
verdad, no sé si la bahía golpeó alguna vez
con
su salada brisa
el
cabello matutino de la mulata de cadera arcillosa.
Le declaré mi
odio (a Chetumal y sus recuerdos),
y ella me tentó como
respuesta
abriéndome las
puertas de su ciudadela.
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