El profesor Miguel Ángel Cervantes Aguilar en su estudio. Tekax.
El
19 de marzo de marzo de 2014 leí en el portal de internet del Diario de Yucatán una noticia triste
para alguien que trataba, en ese momento, de salir del atolladero escritural de
una tesis sobre la región de Peto que se expandía hasta proporciones pantragruéllicas,
bordeando lo farragoso y lo infumable: la muerte del cronista tekaxeño, Luis
Machaín Pereira (1923-2014).[1] En un artículo escrito el
mismo día para hacer eco del fallecimiento de este cronista de la “Sultana del
sur”, escribí algunas inexactitudes históricas que, luego, Efrén Torres Rodríguez,
de la Asociación Cultural Tekaxeña y que actualmente trabaja en la reedición de
la Monografía de Tekax del profesor tekaxeño,
Miguel Ángel Cervantes Aguilar,[2] me corregiría amablemente.
En
mi artículo sobre Machaín, refería que la casa en que vivió el cronista
fallecido, la famosa Casa de Tres Pisos que se encuentra a una esquina rumbo a
la Ermita de Tekax, fue fundada por Francisco de Bracamonte en 1559, cosa que
sin duda, como me indicó Efrén Torres, no es así porque casi todo el casco
histórico de Tekax, cuando mucho es de tiempos del auge cañero pre-guerra de
castas.[3] O bien, no dudo que muchas
casonas de Tekax, fueron erigidas en el segundo momento azucarero en Yucatán,
que se dio a fines del XIX, muy similar a lo que ocurrió para la región
henequenera cuando la boyante riqueza de los reyezuelos del henequén engalanó a
Mérida y construyó sus Champs Elysees,
en el Paseo de Montejo.[4] Desde luego, y como
conocedor de la arquitectura histórica por ser su formación profesional la de
arquitecto, Torres, citando un trabajo que yo desconocía de Millet Cámara, da la
fecha de 1835 en que la famosa casa fue mandada a construir por un rico cañero
y comerciante llamado Pablo Luján,[5] avecindado en Tekax cuando
se dio un proceso migratorio de meridanos hacia la Sierra del Puuc para
fomentar la agro industria azucarera en las primeras décadas de vida
independiente en la península. Lujan era propietario, además, del hoy
subsistente en ruinas ingenio Kakalná, localizado a escasas leguas al sur de la
villa de Tzucacab. Desavecindado de Tekax posterior a la Guerra de Castas, Luján
moriría en 1851, y la Casa de Tres Pisos pasaría a Anselmo Duarte de la Ruela,
otro personaje principal en los inicios de la Guerra de Castas, sobreviviente
de la “matanza de Tekax” de 1857.[6] Millet Cámara sostiene que
igual el hermano de don Anselmo, Juan José Duarte, fue dueño de la casa. Posteriormente,
la casa de tres pisos pasó a manos del padre del cronista Machaín Pereira,
Ignacio Machaín Partida.[7]
En
el artículo que escribí sobre Machaín Pereira, sin embargo, considero que no
todo estaba errado. Sigo insistiendo en estos puntos a pesar de que ahora
conozco la obra monográfica y literaria del maestro tekaxeño Miguel Ángel
Cervantes Aguilar,[8]
que al contrario de Machaín Pereira, sí puso en letra impresa el cariño que
siente a su matria tekaxeña. No obstante, hay que decir que el trabajo del
maestro Cervantes Aguilar se trata, propiamente hablando, de una monografía muy
acotada en sus temáticas como son las monografías descriptivas y amontonadoras
de hechos y de anécdotas; a veces, esquematizadas y sin explicaciones de los
procesos de largo alcance, con literatura secundaria las más de las veces, y sin
discurrir en el mar de documentos y de perspectivas genuinas que nos posibilita
el trabajo en los archivos. Aunque siempre he considerado la valía de los
cronistas para los trabajos de microhistoria,[9] igual insisto en que Tekax
debería de contar con una historia total y escrita de forma profesional. Decía
en mi artículo, que la:
La "madrota del
Sur" (así se le conocía a la soberbia Tekax, levantada en las
estribaciones de la Sierrita Puuc, cuna de Duartes, Romeros y Escalantes, pero
también de Chanes de Xaya), que en septiembre de 1857 fue víctima de un brutal
ataque de las tropas comandadas por el general santacruceño rebelde Crescencio
Poot, no obstante la carnicería que sacudiría y embadurnaría con tinta roja sus
cimientos coloniales, sería la que más se recuperaría económicamente, pues para
1890 el partido de Tekax producía casi todas las hectáreas de caña dulce en
Yucatán, aunque el partido de Peto no se le quedaba atrás.[10]
Refería
que en mis investigaciones sobre el Partido de Peto, había encontrado “mayor
material para hacer la historia total de Tekax, pero opté por la matria en vez
de esa ciudad sureña que me interesa demasiado”. Me extrañaba, y me sigue
extrañando, el hecho de que siendo Tekax una ciudad donde los archivos
(meridanos, aunque no descarto locales y hasta pueblerinos[11]) son bastos, la
producción bibliográfica fuera parca: un poemario descabalgado, una monografía
frugal, y un libro lejano de Miguel Civeira Taboada hablando sobre Ricardo
Palmerín. Sin embargo, y mirando el modelo histórico construido para el Partido
de Peto y que puede servir para hacer una microhistoria total y de largo
alcance de Tekax,[12] aduje que:
[…] esta parca
muestra bibliográfica no debe desalentar al posible historiador o historiadora
de Tekax, ya que, como he señalado, la abundancia de fuentes de archivo por sí
sola construiría una historia con fuste y cuerpo para Tekax: una historia
robusta para “poner en práctica todos los pormenores del método”, como quería
González. No siendo una “ciudad letrada” como Mérida o Valladolid con harta
producción bibliográfica realizada, no obstante, Tekax entra de lleno a una
categoría que podemos bautizar como “ciudad de archivo” (salvo que los archivos
están en Mérida): Tekax fue capital regional de la subregión sureña, en ella
estuvieron y están los juzgados de segunda instancia, en ella se concentra el
mayor número de libros notariales, en ella existe mayor riqueza hemerográfica,
y tal vez entre algunas familias tekaxeñas, todavía ha de haber sorpresas de
archivos locales vírgenes… Mi
región de estudio, Peto y sus pueblos comarcanos, no fue ni “ciudad letrada” ni
menos “ciudad de archivo”.[13]
El
análisis de la región de Tekax que se plantea puede seguir el modelo que
trabajé para Peto: ciudad pionera en el periodo azucarero, después de la Guerra
de Castas pasaría por un momento difícil en su sobrevivencia al convertirse en
un “partido fronterizo”, siendo el año de 1857 el momento más álgido de esta
etapa de depresión social, económica y demográfica.[14] Después, y como apunta Serapio
Baqueiro en 1881, los cañaverales tekaxeños reverdecerían.[15] De igual modo, en un
posible trabajo se podría hacer el análisis de las relaciones políticas entre
Tekax y sus pueblos como Tixmehuac, Xul,
Ticum, Xaya o Becanchén[16]; o bien, analizar las
estructuras “catrinas” de poder en Tekax en el siglo XIX y XX (cuna de Duartes,
Romeros y Escalantes), establecer las olas de cambios políticos devenidos con
la irrupción violenta de las masas campesinas en la etapa revolucionaria de
1909 a 1924, y seguir con la senda del azúcar en tiempos de los repartimientos
agrarios posibilitados por los documentos agrarios, así como innumerables
registros notariales. Las descripciones geográficas de la Sierra, el Valle y la
llanura tekaxeña,[17] la visita a los archivos
nacionales,[18]
las correrías en la Mapoteca Orozco y Berra de la Ciudad de México, así como en
el Registro Agrario Nacional y la ayuda de innumerable bibliografía secundaria
en bibliotecas meridanas, nos posibilitaría sobre manera un estudio profundo y
necesario de la región tekaxeña. De igual forma, valdría la pena estudiar los
procesos contemporáneos del Tekax actual indagando en la memoria de los mayores,
sin descartar un trabajo profundo sobre las historias orales,[19] el rescate de archivos
locales,[20]
fototecas locales y meridanas,[21] o la profundización, y en
dado caso, corrección, en temas tocados por las monografías de Tekax. Se hace
necesario, de igual modo, un estudio sistemático de las haciendas azucareras
rescatando sus tecnologías productivas, hídricas, así como su arquitectura,[22] haciendo un recorrido a
pie para la comprensión geoespacial del sistema azucarero que hoy guarda ruina
selvática y, ¿por qué no?, crear proyectos turísticos concretizados en
propuestas museográficas donde se toquen estos procesos que la región ha pasado
en 200 años de historia. No se puede dejar al garete o al azar ningún tema,
toral de Tekax ya sea económico, político, social o religioso, para tener una
visión totalitaria del Tekax contemporáneo.
Este
trabajo sobre una posible “historia universal de Tekax”, desde luego que deberá
ser un trabajo colectivo de los hijos de Tekax, sin descartar la mirada del
historiador profesional que intenta comprender al sur y aquilatar sus
características singulares, que mientras más se adentra al sur, la distinción
geográfica y espacial respecto a los procesos meridanos, se hace más profunda.
Pienso, como ejemplo de libros colectivos escritos para las historias locales,
en la obra de Biachi y Ramírez,[23] pero igual hay que ver un
futuro libro de Tekax con factura no exclusiva de monografía,[24] como un nuevo cause en la
historia regional que se escribe en Yucatán, como un elogio de las historias
locales y las matrias queridas, muchas veces, en contrapunto con las jaranas y
las “bombas” meridanas. En Yucatán, es un hecho que Mérida es sede y cuna del
monopolio de la historiografía regional,[25] siendo la mayor parte de
los historiadores yucatecos de origen meridano. Sin embargo, recientemente,
trabajos como el de Eiss, o el trabajo pionero de Aboites para Espita, así como
mi estudio para Peto, [26] han modificado esa mirad
hegemónica de los procesos históricos acaecidos en Yucatán. Estos trabajos, y
los que vienen, responden al dictum de la academia mexicana precitada: Fuera de
Mérida, hay un mar de procesos históricos y pueblos que modifican, replantean y
hasta difieren de la hegemonía meridana, incluido Kanasín.
Los trabajos del profesor Miguel
Cervantes Aguilar
Todo
este trabajo de pespunteo y sugerencias de un historiador del sur de Yucatán
para un futuro libro de historia total de Tekax, se debe a un acercamiento que
he tenido con la obra de un hijo de la Sultana del sur que, a falta de
historiadores comprometidos con la historia de esa ciudad, ha escrito una
monografía de su ciudad, de Tixcuytun, así como trabajos cuentísticos, y uno de
mitos y leyendas.[27] Me refiero al profesor
Miguel Ángel Cervantes Aguilar (nacido en 1941), salido de la Escuela Normal
Rodolfo Menéndez de la Peña, profesor en Tabasco, en José María Morelos (1964)
cuando era parte del Territorio de Quintana Roo, y en Cancún. Ha escrito una
monografía de Tlacotalpa, Tabasco. En José María Morelos, se interesó, como todo
intelectual pueblerino nacido en esa gran región que va de Tekax pasando por Peto y Valladolid, en la
Guerra de Castas, y de ahí surgió en 1990 la obra Edificios religiosos en Quintana Roo, publicada por la Secretaría
de Educación y Cultura en Quintana Roo. Dando clases en la Universidad Lasalle
de Cancún, se interesó por las cosas de su terruño, y así fue como plasmó, en
tres tomos que luego se convirtió en un solo volumen, una monografía titulada
Tekax desde antes de ayer hasta hoy.[28] En propias palabras del
profesor Cervantes Aguilar, la idea de hacer una monografía de Tekax surgió a
mediados de la década de 1990, cuando daba clases en el colegio La Salle de
Cancún. Como parte de las clases, con sus alumnos elaboraba monografías de
distintos lugares. Con sus alumnos visitó Tekax, y éstos le cuestionario por
qué no hacía una monografía de su tierra. Fue así como en el 2007 publica su
primer volumen de la monografía, seguido en el 2009 por el tomo II, y en 2010
una compilación de ambos. El
conocimiento al trabajo de este profesor tekaxeño interesado en la historia
matria, se debió a un mensaje vía Facebook hecha por el arquitecto Efrén
Torres, quien había leído mi artículo sobre la muerte de Machaín Pereira.
Lamentablemente,
no tengo a mano más que un libro del profesor Cervantes Aguilar, el de los
Mitos y leyendas,[29] pero puedo borronear
algunas ideas sobre la falta de una historia con hechura y soporte
historiográfico profesional. Considero que a Tekax le sobran archivos a indagar
tanto en Mérida como en Tekax y en sus pueblos mismos, documentos, libros y
tesis que tocan tangencialmente esa ciudad, pero le falta un historiador
comprometido y conocedor de la historia de esa región que en un tiempo fue
cañera, para dar a la estampa un libro con factura de historia profesional, sin
las limitaciones de las monografías. Sin embargo, el trabajo del profesor
Cervantes Aguilar es un comienzo, un camino que hay que indagar a futuro y,
desde luego, enriquecer y, por qué no, modificar con los aportes de la historia
profesional. No podemos seguir con esa modorra tropical propia de la siesta
eterna que tal vez cunde en Tekax (Cervantes Aguilar es la excepción), con esa
pereza historiográfica, o esperanzarnos a que los cronistas vitalicios, cuya
parca obra no hace homenajes a los escritores reunidos en La Voz del Sur, El Fronterizo
y otros periódicos impresos en esa ciudad hace muchos ayeres, se les hinchen
sus regaladas ganas para darnos una historia del sur que se aunaría con la
historia de la Sierra en su conjunto. ¿Cuándo nos pondremos el overol de
historiador?
[1] “Recuerdan a historiador de Tekax.
Luis Machaín fue admirador de Ricardo Palmerín”. Diario de Yucatán, 19 de marzo de 2014.
[2] Véase Miguel Ángel Cervantes Aguilar,
Tekax. Monografía. Desde antes de ayer
hasta hoy. Tekax, Yucatán, 2010. Anteriormente, el libro había aparecido en
años previos en dos tomos.
[3] Comunicación personal con el
investigador tekaxeño Efrén Torres Rodríguez. Desde luego, esta idea de Torres
lo comparto. Farriss, cuando habla de la arquitectura de las estancias
ganaderas, refiere “lo muy primitivos que eran esos ranchos”. Solo al final del
siglo XIX “las imponentes estructuras que actualmente vemos en las viejas
haciendas datan casi siempre de la época del henequén, la fibra que tanta
prosperidad traería al Yucatán del siglo XIX”. Nancy Farriss, La sociedad
maya bajo el dominio colonial, México,
Conaculta, 2012, pp. 57-58.
[4] Para el embellecimiento de Mérida, cfr. Arana López,
Gladys N., “Espacios, sujetos y objetos del habitar cotidiano en el México de
entre siglos. Mérida la de Yucatán, 1886-1916”, Memoria Sociológica, Bogotá (Colombia), 17 (35), julio-diciembre,
2013, pp. 236-261; Barceló, Raquel, 2005, “La búsqueda del confort y la higiene
en Mérida, 1860-1911”. En Historia de la vida cotidiana en México,
Bienes y vivencias. El siglo XIX, dirigido por Pilar Gonzalbo y
coordinado por Anne Staples, 213-252. México: FCE-COMEX. Sobre el segundo momento azucarero,
para la región de Peto, véase mi artículo “La región de Peto a finales del
siglo XIX y comienzos del siglo XX: paisajes rurales de los hombres de las
fronteras”. Boletín AFEHC N°62,
publicado el 04 septiembre 2014, disponible en: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=3820
[5] Pablo Luján aparece en el Volumen I
del Registro Yucateco, siendo uno de
los 18 suscriptores tekaxeños de ese importante periódico literario e histórico
publicado bajo la égida de Justo Sierra O’Reilly. En el Tomo I del Ensayo sobre las Revoluciones de Yucatán
desde el año 1840 hasta 1864 (cito la edición meridana de 1871), Serapio
Baqueiro apunta que a principios de 1847 fue encargado de la Jefatura Política
del Partido de Tekax. Igual véase AGEY, Poder Ejecutivo, sección juzgado de
primera instancia de Tekax, serie Justicia, Joaquín Cetina y Pablo Luján
informan al secretario general de los asesinatos perpetrados por don Pastor
Gamboa del cacique, alcalde y escribano de la república de indígenas de Tabi,
caja 144, vol. 94, exp. 5 (1847).
[6] Sobre el pionero azucarero de la
región de Peto-Tekax, Anselmo Duarte de la Ruela, véase mi tesis Paisajes Rurales de los hombres de las
fronteras: Peto (1840-1940), tesis doctoral, CIESAS, 2015, pp. 77-79.
[7] Luis Millet Cámara, “Arquitectura
doméstica en el medio rural del siglo XIX”.
I’INAJ. Número 15, diciembre de 2015. Sin embargo, en
un artículo de Machaín Pereira, este pone como fecha de construcción el lustro
1798-1803, lo cual resulta poco creíble. “Hogar de un diputado constituyente.
Miguel Alonzo Romero nació en la casona de Tekax”. Diario de Yucatán, 26 de
enero de 2006.
[8] En mi artículo de marzo de 2014, no
apunto el nombre de este profesor tekaxeño, ya que desconocía su trabajo de
cronista y rescatador de las historias orales de Tekax.
[9] Y esto, en el entendido de que uno de
los padres fundadores de la historiografía profesional del siglo XX, don Luis
González, reivindicó en más de una ocasión la valía de los “todistas” del
pueblo, de los sabios de aldea y los trabajos a ras de suelo o desde la
perspectiva parroquial de la “historia matria” vista de forma cualitativa y no
cuantitativa (Carlo Ginzburg, “Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella”,
en El hilo y las huellas. Lo verdadero,
lo falso y lo ficticio, México, FCE, 2010, pp. 354-55). Para González, la razón de por qué los
historiadores encopetados y urbanos (crítica que se puede extender a muchos
historiadores meridanos, los cuales tal parece que, para ellos, las perspectivas
y procesos históricos de la península son una excrecencia y un humor salido de
Mérida, y su metodología historiográfica tal vez se plantee del modo siguiente:
Fuera de Mérida todo es Kanasín) desdeñaban a la historiografía local, de
villorrios y pueblos, se debía a
múltiples razones: “Por desprecio con que se ve a la existencia de toda minoría,
por el desdén de la sociedad industrial hacía las formas campesinas de vivir,
porque se les niega competencia, en los medios de los historiadores
profesionales, a los cronistas lugareños. En México, en el México culto, no
parece gozar de ninguna aceptación esa historiografía. Por lo mismo, no es
inútil repetir los argumentos que la justifican fuera de su pequeño mundo y
principalmente en la república de las letras y de las ciencias”. Sin embargo,
González, quien con Pueblo en Vilo
irrumpió en la historiografía nacional con una perspectiva novedosa, pueblerina
y sentimentalmente anclado a la “matria”, la importancia de los estudios
locales se debe a que: “aporta experiencias humanas ejemplares para cualquier
hombre, tanto porque los campesinos tienen cosas que enseñar” como porque “se
alcanza una mayor aproximación a la realidad humana”, porque la educación
histórica de la niñez debe comenzar con el relato del pequeño mundo donde vive
el niño” y porque es un gimnasio historiográfico para los estudiantes de
historia, ya que “la historiografía local, como ninguna otra, exige la
aplicación de todas las técnicas heurísticas, críticas, interpretativas,
etiológicas, arquitectónicas y de estilo; es la mejor manera de poner en
práctica todos los pormenores del método”.
Clemente Villagómez Arriaga, Luis
González González, en http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/mexico/gonzalez-gonzalez.htm
consultado el 2 de abril de 2016.
[10] Gilberto Avilez Tax, “Tekax: una
ciudad sureña en busca de su historiador”. Desde
la Península…y las inmediaciones de mi hamaca, 19 de marzo de 2014.
[11] Es decir, los reportes hemerográficos
y manuscritos de la época, memorias de gobernadores, libros estadísticos,
censos, boletines y relaciones de jefes políticos como fuentes primarias; así
como libros, tesis, artículos varios que hacen referencia tangencialmente a
Tekax. De igual modo, una etnografía de Tekax y sus pueblos haría falta de
forma plena para entender la dinámica actual de la región de la sierra.
[12] Y esto, en el entendido de que los
procesos históricos transcurridos por la región de Peto y Tekax son muy
similares: ambos fueron partícipes de los procesos migratorios acunados por el
periodo azucarero de la primera mitad del XIX, ambos se convirtieron en
“regiones de frontera” expuestas a los ataques de los mayas rebeldes
(recordemos la matanza de Tekax), ambos reactivaron la caña en la segunda mitad del XIX hasta entrado el
XX, y los procesos políticos del Porfiriato y la Revolución, así como la
reforma agraria, los emparientan. Tal vez la diferencia pueda ser el periodo
del chicle, que fue mayor su intensidad en Peto que en Tekax.
[13] Gilberto Avilez Tax, “Tekax: una
ciudad sureña en busca de su historiador”. Desde
la Península…y las inmediaciones de mi hamaca, 19 de marzo de 2014.
[14] Sobre la matanza y saque de Tekax del
14 de septiembre de 1857, véase mi artículo aproximativo “Cuando
la Sierra se pintó de rojo: Tekax, 14 de septiembre de 1857”, Desde la
Península y las inmediaciones de mi hamaca, 27 de marzo de 2016.
[15] Algunos apuntes de Tekax para este
periodo, fueron matizados y sugeridos a lo largo de mi tesis doctoral.
[16] Rugeley lo ha analizado para el Becanchén
pionero de la expansión tekaxeña preguerra de castas. Cfr. Terry Rugeley, Rebellion now
and forever: Mayas, Hispanics, and caste war violence in Yucatán, 1800-1880,
Stanford, Stanford University Press, 2009.
[17] En su trabajo monográfico, Cervantes
Aguilar aproxima unas breves y sucintas descripciones sobre estos tres tipos de
paisajes geográficos que se visibilizan en la región tekaxeña.
[18] El Archivo General de la Nación (AGN)
guarda un mar de documentos sobre los pueblos yucatecos, en su Fondo
Presidentes. De igual modo, en mis visitas al Archivo Histórico del Agua, en la
ciudad de México, encontré bastante documentación sobre los pueblos tekaxeños.
[19] De hecho, Michel Boccara, aunque el
texto que presenta no es propio de la historia oral, refiere una explicación
mitológica del periodo azucarero. Boccara entrevista a “Don Machín”, que no es
otro que Machaín Pereira.
[20] Por ejemplo, la necesaria
digitalización del mayor de los números de La
Voz del Sur, periódico publicado en Tekax durante un gran periodo de tiempo
(década de 1940 hasta la década de 1960). De igual modo, digitalización o
reproducción de los documentos, libros y materias de consulta en las
bibliotecas personales de cronistas de Tekax, como el desaparecido Luis Machaín
Pereira, Fernando Bautista Buenfil, o, incluso, el propio archivo de Miguel
Ángel Cervantes Aguilar. Del mismo modo, se hace necesaria una investigación
sobre la existencia o no de archivos personales de quien fuera director de La
Voz del Sur
[21] En este sentido, es interesante el
fomento a la historia matria que se puede encontrar en la Fototeca Pedro
Guerra, de Mérida, así como en el Fondo Audiovisual de la Biblioteca Yucatanense.
Sin embargo, no me cabe la menor duda que en las familias tekaxeñas, algo de
los recuerdos del Tekax del daguerrotipo quedará.
[22] Al parecer, el cronista Fernando
Bautista Buenfil, tiene un estudio sobre las haciendas azucareras de Tekax,
pero como la mayoría de los cronistas locales de ese lugar, han sido poco
eficientes a la hora de publicar los resultados de sus trabajos.
[23]
Renán Gongora Biachi
y Luis Ramírez Carrillo, Valladolid: una ciudad, una región y una
historia, Mérida, Yucatán,
UADY, 1993.
[24] Las monografías, propios de cronistas
y aficionados a las fechas, son descripciones necesarias de lugares, pero las
microhistorias son más exigentes en sus objetivos totalitarios, explicativos e
interpretativos.
[25] Y una crítica que se le ha hecho a la
historia regional, es si en verdad se trata de una historia regional, o una
historia de las ciudades hegemónicas.
[26] Luis Aboites Aguilar, La revolución mexicana en Espita, Yucatán
(1910-1940): microhistoria de la formación del estado de la revolución,
México, CIESAS; Paul K. Eiss, In the
name of El Pueblo: place, community, and the politics of history in Yucatán,
Durham, London, Duke University Press, 2010; Gilberto Avilez Tax, Paisajes rurales de los hombres de las fronteras: Peto (1840-1940).
Tesis que para optar al grado de Doctor en Historia, México, CIESAS, 2015.
[27] Cfr., los trabajos del profesor
Cervantes Aguilar que se pueden encontrar, creo, en la biblioteca municipal de
Tekax y en la Asociación Cultural Tekaxeña: Mitología
maya en Tekax. Leyendas, cuentos y poemas, 2009; Tekax, monografía. Desde antes de ayer hasta hoy, 2010. Desconozco
el editor, arguyo que es del propio profesor Cervantes Aguilar.
[28] Para estos datos, me he servido de la
semblanza del profesor Cervantes Aguilar, proporcionado por Efrén Torres
Rodríguez.
[29] En otro artículo que apenas redacto,
reseñaré esta libro.
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