Esa valiente frase que se lee en el título de este breve comentario, proferida el 30 de junio de 2010 por el orador principal de la inauguración de las estatuas de los Montejo (padre e hijo, faltaría el sobrino), en el remate de la avenida con el nombre de los "conquistadores" de Yucatán, quedará para la historia universal de la imbecilidad en Yucatán, una frase digna de grabar en bronces para memoria futura. Valiente, sí, y sincera. Valiente y sincera porque demuestra que a sólo un reverendo valiente se le pudo ocurrir semejante estropicio, valiente porque demuestra la relación montejista con Sierra O'Reilly -el acuñador del concepto bárbaro de los discursos de la guerra de castas, el que aplaudió la venta de mayas a Cuba por parte de la sociedad ladina yucateca, el que dijera la frase "raza maldita", etc, etc.
Esa frase, en apariencia inocua, lo dijo un viejito cascarrabias, gruñón y altamente hispanista acostumbrado a escribir "chucherías" de la historia de Yucatán. Me refiero al hombre que, según él, su estirpe "conquistadora" nunca se bajó del caballo. La frase dicha por el anal-cronista Juan Francisco Peón Ancona (extinto hace unos ayeres), se escuchó aquel día 30 de junio de 2010, y lo dijo con fuerte acento yucateco que demuestra que sus tesis de la "conquista", al menos lingüística y sonoramente, es cosa que no se dio, porque detrás de su acento golpeado de yucateco que menta madres con un estentóreo pelaná, se delata que ni Juan Francico Peón Ancona, que tal vez mamó calostro de una teta de chichigua maya, puede obviar que tanto en Mérida como en todo Yucatán, el elemento indígena nunca fue vencido...Basta caminar por la calle 63, 65 y 67 en adelante, de esa "Mérida de Montejo", para comprobar mi dicho, o basta ir a revisar a los viajeros del XIX o del XX, para reforzar lo a todas luces sabido.



