martes, 25 de noviembre de 2025

"Una voz se oye desde el norte del paseo: ¡Bienvenido Montejo!, ¿por qué has tardado tanto en llegar? Hace 100 años que espero tu arribo, dice Justo Sierra desde su pedestal"





Esa valiente frase que se lee en el título de este breve comentario, proferida el 30 de junio de 2010 por el orador principal de la inauguración de las estatuas de los Montejo (padre e hijo, faltaría el sobrino), en el remate de la avenida con el nombre de los "conquistadores" de Yucatán, quedará para la historia universal de la imbecilidad en Yucatán, una frase digna de grabar en bronces para memoria futura. Valiente, sí, y sincera. Valiente y sincera porque demuestra que a sólo un reverendo valiente se le pudo ocurrir semejante estropicio, valiente porque demuestra la relación montejista con Sierra O'Reilly -el acuñador del concepto bárbaro de los discursos de la guerra de castas, el que aplaudió la venta de mayas a Cuba por parte de la sociedad ladina yucateca, el que dijera la frase "raza maldita", etc, etc.


Esa frase, en apariencia inocua, lo dijo un viejito cascarrabias, gruñón y altamente hispanista acostumbrado a escribir "chucherías" de la historia de Yucatán. Me refiero al hombre que, según él, su estirpe "conquistadora" nunca se bajó del caballo. La frase dicha por el anal-cronista Juan Francisco Peón Ancona (extinto hace unos ayeres), se escuchó aquel día 30 de junio de 2010, y lo dijo con fuerte acento yucateco que demuestra que sus tesis de la "conquista", al menos lingüística y sonoramente, es cosa que no se dio, porque detrás de su acento golpeado de yucateco que menta madres con un estentóreo pelaná, se delata que ni Juan Francico Peón Ancona, que tal vez mamó calostro de una teta de chichigua maya, puede obviar que tanto en Mérida como en todo Yucatán, el elemento indígena nunca fue vencido...Basta caminar por la calle 63, 65 y 67 en adelante, de esa "Mérida de Montejo", para comprobar mi dicho, o basta ir a revisar a los viajeros del XIX o del XX, para reforzar lo a todas luces sabido.

sábado, 22 de noviembre de 2025

Oficios perdidos: De los pozos y los poceros de los pueblos de Yucatán, apuntes para un libro futuro



En mis trabajos etnográficos e históricos en los pueblos de la península de Yucatán, siempre han estado presente historias sobre descubrimientos de pozos o construcciones de pozos y fundación de pueblos debido al descubrimiento de un pozo, como es el pozo artesiano que se encuentra en la colonia Dolores, de la cabecera municipal de José María Morelos: por ese pozo, debido a ese pozo, inició la vida de un pueblo, el viejo KM 50. Para enero de este año escribí lo siguiente:
DE LOS POCEROS DE LOS PUEBLOS O DE LOS OFICIOS PERDIDOS DE LA PENÍNSULA DE YUCATAN
Insisto: hace falta un trabajo etnográfico total sobre los poceros de los pueblos, en vías de desaparecer. El Dr. Ricardo Escamilla Peraza, ha escrito ampliamente al respecto, utilizando documentos históricos, en su trabajo "Una historia de la industrialización de la gestión del agua: el caso de la ciudad de Mérida en el cambio de los siglos XIX y XX" (CIESAS Peninsular. 2018, pp. 343). Los poceros -mayas en su mayoría- y sus conocimientos son otra cosa: desde utilizar el método de zahorí utilizando unas varitas, hasta liar pólvora precisa, barrenar con la barreta, sacar laja y crear la campana para llegar al agua...Carrillos, maderos, sogas y cubetas, antes de los sistemas municipales de agua, hasta bien entrado la segunda mitad del siglo XX, los pueblos del Yucatán profundo era inundados de ruidos, pláticas, chismes y carcajadas de la gente cuando daba la hora de sacar el agua en los pozos de las colonias...
Es verdad, urge un estudio total sobre los Ch'e'en kaaj" ("pozo en el pueblo", en español). Está la tesis doctoral de Escamilla, pero creo que un trabajo etnográfico de los poceros, o los últimos poceros, falta por hacer.
Voy a dar a conocer próximamente la historia de la creación de un pozo en una especie de ranchería cercana a un pueblo al sur de Yucatán, que fue motivo de fundación, de fiesta y de interés de los campesinos en hacer su propio ejido".

En mis recorridos que he hecho a los pueblos, hace unos tres años, en plena pandemia, visité el pozo artesiano de la comunidad de Saczuquil, Quintana Roo.

He indagado en historias orales sobre el descubrimiento de pozos artesianos y el repoblamiento de pueblos perdidos cuando la guerra de castas, como lo fue el repoblamiento de Dzonotchel, al ser descubierto en ese lugar, por chicleros, un pozo artesiano.

Igual apunté la historia de don Max May, fundador del pueblo de Macmay. Maximilia, Max May, era un hombre que huía de la Guerra de Castas, seguro venía de la Villa de Peto, y en un paraje que se encuentra en los límites entre Yucatán con el actual estado de Quintana Roo, encontró un pozo artesiano en buen estado. Max May, guardándose de que no lo mataran los alzados de la guerra, fue a esconderse al monte y se topó con un pozo artesiano olvidado, y al calmarse el tráfago de la guerra, la gente comenzó a acudir al pozo de don Max May para asentarse y plantar sus chozas alrededor, y por la fuerza de la costumbre, las letras del pozo de don Max May se fueron juntando poquito a poco hasta llegar a nombrarse como Macmay.

Igualmente, en mis indagaciones a los archivos agrarios de los pueblos de Peto, di con relaciones completas de la fundación de pueblos debido a un pozo, y hasta con imágenes preciosas de pozos.

Creo que hay un libro que me obliga escribirlo, y ese libro se llamará Los pozos y los poceros de los pueblos de Yucatán.




Oficios perdidos: quedan pocos herreros en los pueblos yucatecos



Quedan pocos herreros en los pueblos yucatecos.

Yo conocí a uno hace años, en mi infancia, ya estaba mayor, tenía su herrería a pocos pasos del taller mecánico de mi padre, en la lejana Villa de Peto. Era un señor ya septuagenario o nonagenario, vestido todo de blanco (con camiseta blanca de cuello en v, pantalones blancos, paliacate rojo y alpargatas) y era blanco, casi tirando a albino.

Ese herrero matusalénico de mi infancia tenía un yunque enorme y una caldera de bronce, y creo que hasta un fuerte fuelle hecho con cuero de vaca.

Aquel herrero de los mayores hacía buenos machetes y coas y a veces hasta cuchillos, y me dicen que hasta unas buenas escopetas o partes de ella.

Nadie siguió su trabajo, no sé si tuvo parentela que siguiera con esas duras faenas, lo cierto es que al morir, su predio se enmontó, y solo quedaron de su herrería dos enormes palma reales que antes fungían como puerta de entrada a su establecimiento. Mi padre aprendió algunos trucos y muchos trabajos de herrería con este maestro.

Lo cierto es que los herreros de los pueblos, los que trabajaban con yunque y fuelle (no los que los sustituyeron, los simples hojalateros y lamineros), se van perdiendo en el Yucatán profundo. Ahora, arguyo, quedan puro laminero sin más arte que hacerlo todo mal.

"Una voz se oye desde el norte del paseo: ¡Bienvenido Montejo!, ¿por qué has tardado tanto en llegar? Hace 100 años que espero tu arribo, dice Justo Sierra desde su pedestal"

Esa valiente frase que se lee en el título de este breve comentario, proferida el 30 de junio de 2010 por el orador principal de la inaugura...

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