En 1881, en su visita a los pueblos del sur, el ameritado historiador primero de la Guerra de Castas, Serapio Baqueiro, escribió esta estampa de Tzucacab:
“Tzucacab más que un pueblo, es una trinchera frente al desierto; una garita en que los centinelas esperan anunciar de un momento á otro al enemigo, que no pocas veces se ha presentado allí, algunas en altas horas de la noche”.
Con estas palabras, Baqueiro se refería a los temidos “cruzoob”, que en innumerables ocasiones visitaron los pueblos del sur, saqueando, incendiando y llevándose cautivos para los ranchos de sus jefes. Crecido en tierras feraces para la caña de azúcar, Tzucacab era un lugar despejado donde solo reinaban los pocos habitantes taciturnos, era un “pequeño pero airoso” pueblo que no había sucumbido a la larga guerra. Pero algo conmovía al escritor Baqueiro al rememorar esa guerra que aún no había acabado:
“Nos conmovía ver a los habitantes, bizarros y resignados, no solo viviendo de su trabajo con los útiles en una mano y el fusil en la otra para defenderse, sino mejorando en lo posible su reducida localidad. Son los pocos vecinos de Tzucacab, los guardadores de la civilización y sus monumentos, en aquel desierto en que casi se hallan olvidados”.
Un nombre de un viejo soldado vino a la mente del historiador meridano: Si Tzucacab no había sucumbido a la “Guerra de bárbaros”, se debía solamente a un guerrero de las fronteras, el capitán Casiano Horta, el dueño de la finca Nevá, productora de maíz y caña para esos años. De este antiguo capitán de guardia nacional, Baqueiro refería que se trataba de “un verdadero padre del pueblo, que así ha sido su defensor y salvador cuantas veces los bárbaros lo han invadido, como el fundador y protector de todas esas mejoras”. Casiano Horta, junto con Tomás Horta su hermano, serían los representantes de la jefatura política de Peto en ese pueblo de Tzucacab.
De hecho, Casiano Horta fue uno de aquellos soldados de la primera época de la Guerra de Castas que no solo se afincarían en la región, sino que eran hijos legítimos del pueblo aunque Horta fuera descendiente de uno de esos tantos canarios que llegaron a Yucatán. El 25 de noviembre de 1852, el jefe político de Peto remitiría al secretario general del Gobierno un informe del juez de Tzucacab donde este señalaría el ataque que los rebeldes hicieran en gran número por los camino de la hacienda Thul y luego hacia Kakalná. Una vez que los rebeldes evacuaran la zona, una fuerza sedentaria encabezada “por el teniente don Casiano Orta se exploró el campo”.
Tal vez este teniente “Casiano Orta” que luego obtendría el grado de capitán, fue uno de los hijos de don Juan Orta, canario natural de Tenerife, España, que en 1844 era uno de los pocos extranjeros que se encontraban en la región de Peto momentos antes de la guerra de 1847. Juan Orta, en 1844, con 66 años, viudo y con parentela, labraba las tierras de Chacsinkín. Desde 1814 había ingresado a la Península cuando todavía forma parte de la corona española. Cuando llegó la Guerra de Castas, su hijo, Casiano Horta, combatió con denuedo en esta región defendiendo con las armas la tierra que adoptó a su padre.
"La región de frontera de la segunda mitad del siglo XIX. Algunos pueblos sucumbieron, otros fueron presa de los ataques cruzoob, otros más se defendieron como Tzucacab y Peto". |
Los hechos de armas de don Casiano Horta están más que comprobados, defendiendo a Tzucacab de los ataques rebeldes. El 31 de julio de 1860, a las 9 de la noche, salvando las líneas de bombas que circuían al pueblo para su defensa, los rebeldes de Chan Santa Cruz habían entrado a paso silencioso a Tzucacab. Tzucacab, sin cuartel que lo defienda como a Peto, era guarnecido por apenas cinco elementos de Guardia Nacional al mando del pundonoroso Casiano Horta. Entraron al pueblo sureño “en considerable número”, y de inmediato la noche fue rasgada por los disparos de los budbitzones de los rebeldes atacando a la esmirriada tropa de Horta. Estos últimos contestaron, pero al verse envueltos por el gentío de atacantes, Horta dispuso hacer fuego en retirada, escoltando a las familias que procuraban ponerse a salvo. Catorce muertos dejaría el ataque a Tzucacab (13 de Tzucacab, y sólo un rebelde), así como cuatro heridos; y duraría siete horas la estancia de los rebeldes saqueando al pueblo de forma completa, “habiendo quedado los habitantes de este punto en la mayor indigencia”, y tal vez con una nueva matanza de no haber sido por esa defensa de esos cinco valientes a las órdenes de Horta.
Tzucacab, con ese ataque que sufrió a manos de los rebeldes, casi fue despoblada. Se tenía que hacer algo, y pronto, para que la gente que quedaba, no decidiera migrar a lugares más seguros. En 1863, como Comisario municipal, don Casiano puso manos a la obra al construir una “máquina noria”, al reparar los andenes, hacer pilas y ponerle una reja de madera al pozo público, así como enrejar igual el cementerio. La comisaría municipal de Tzucacab manifestaba que el presupuesto de 77 pesos de ese año, “se tomaría del producido de los arrendamientos de las labranzas que se hace en los egidos, con previo permiso y aprobación del superior gobierno”.
La descendencia de don Juan Orta llegaría en tiempos de la Revolución en Yucatán, pues el nieto, del mismo nombre que Casiano, estaba metido en los asuntos políticos de Tzucacab, siendo impulsor del socialismo yucateco. Horta estuvo en el poder en las presidencias socialistas de 1918, de 1919 y de 1922. Cuando cae Carrillo Puerto en diciembre de 1923, en Tzucacab corrió el rumor de que el “socialista” Horta, junto con sus compañeros Eduardo Cardós y Ceferino Solís, se encontraban a las afueras del pueblo soliviantando “a sus conocidos” para que asaltaran la presidencia municipal al grito de ¡Viva Carrillo Puerto!, pero la intentona “contragolpista” no se consumió.