Texto publicado por primera vez el 4 de noviembre de 2019
Pues se terminaron
los días de finados, y todo este relajo de tradiciones inventadas y
reinventadas hicieron que muchos estuviéramos enfrascados en disquisiciones lingüísticas
sobre la manera correcta para nombrar a los “pibes”: ¿mukbilpollos, pibes o chachac waas? Lo cierto es que, como
bien han establecido algunos estudiosos del habla yucateca, los préstamos lingüísticos
que los hablantes del español que se habla en Yucatán hemos obtenido del maya
yucateco, son una enorme deuda impagable. Si decimos pib a los tamales horneados bajo tierra, es porque esta es la norma
lexical que utilizamos los hablantes autóctonos de este idioma yucateco: lo
mismo podemos decir con un sinfín de mayismos que están insertos en nuestro ADN
lingüístico.
Los que por cuestiones familiares, geográficas, o incluso por la
castellanización ocurrida en Yucatán en la segunda mitad del siglo XX (pues hace
una centuria, casi todos los yucatecos, indígenas y no indígenas, tenían como
lengua franca al maya, cfr. si no la
maestría mayera del patricio don Antonio Mediz Bolio, traductor del Chilam Balam de Chumayel y gran
conocedor de la cultura maya) somos “nativos” de un paisaje cultural y es
nuestra lengua materna el español, hablamos un muy característico y peculiar
español yucateco que el Dr. Jesús Amaro Gamboa denominó como el “uayeísmo” en
la cultura yucateca, la lengua de aquí, donde se ha fraguado, mestiza e
híbridamente, la condición yucateca: “El yucateco será pues el que habiendo
nacido en Yucatán viva inmerso, o haya vivido hasta los doce años, en la
cultura de Yucatán, era esa cultura que ya no es maya ni es española u
occidental”.
¿Qué somos? Un híbrido cultural y lingüístico. Un híbrido donde caben las
voces papadzules, cotzitos, “dzizón”, anolar, botaxix, pero también voces
caribeñas, voces del mar antillano como el escorar los libros, nahuatlismos que
llegaron, arcaísmos del español que se quedaron arriba de nuestras albarradas
apesgadas, maneras de “guindar” la hamaca, entre otros giros de un lenguaje que
poco estuvo de ser otro si no fuera porque a partir del siglo XX, la antigua
“ínsula” nuestra (¡que no península!),
circunvalada por mar y selva, y que Elmer Llanes Marín denominó “La
llanura aislada”, fue comunicada con el centro del país con la llegada de los
“otros” por naturaleza, los huaches. A principios del siglo XXI, la antigua
lengua yucateca (no la maya, sino el español yucateco), corre hasta el peligro
de desaparecer, según algunos estudiosos de este protolenguaje de uayé. Apunto
un texto mío donde trabajé estas cuestiones:
“Jim
Michnowickz, lingüista de la Universidad de Carolina, arguye que la
desaparición en marcha del ‘dialecto yucateco’, es decir, del español que
hablamos en Yucatán (con variantes en la región del Hondo, Chetumal, Bacalar,
la Vía Corta), se debe a causas multifactoriales: ‘influye la migración masiva
de personas de otros estados, el avance de nuevas tecnologías para comunicarse
y mayor acceso a la educación, entre otras causas’. Michnowickz no apunta el
desequilibrio producido, en el léxico cotidiano, por el turismo en regiones
globales de la Península como la zona norte de Quintana Roo, empezando por
Tulum. Michnowickz aboga por la revalorización del español yucateco en el
sistema educativo regional, pues este más que hablar ‘aporreado’ está signado y
se refiere directo a la historia regional de la Península. Por su parte, para
el ameritado lingüista meridano Enrique Martín Briceño, ante el peligro de
desaparición que se cierne sobre esta tan poética manera de hablar de los
yucatecos, es de la idea de que no queda de otra que ‘realizar grabaciones del
habla regional que puedan servir a estudiosos del presente y el futuro’, así
como fomentar este ‘dialecto regional’ en medios masivos, incluirlo en temas de
estudio en las escuelas, o ‘crear conciencia entre los prestadores de servicios
turísticos sobre su valor…, y, con orgullo, seguir hablando como siempre lo hemos
hecho’. (Gilberto Avilez. “Nativo de una patria imaginada. De los estereotipos
y ‘dialectos’ yucatecos”. Arte y Cultura en Rebeldía, 26 de julio de 2016).
Mi idea de la posible
desaparición del castellano yucateco, además de las atinadas variantes que apunta
Michnowickz, también se debe, considero, al debilitamiento lingüístico ocurrido
con el maya yucateco y el cada vez profundo desplazamiento lingüístico
generacional. No es por nada el hecho de que el pionero de los estudios del
lenguaje de uayé (el español yucateco), Jesús Amaro Gamboa, refiriera esto en
su ensayo El uayeísmo en la cultura
yucateca: “En el proceso de aculturación de las dos lenguas que nos ocupan,
la maya parece haber dado todo al castellano que ahora se habla en Yucatán; sin
que el castellano aportara a la lengua aborigen más que algunos monosílabos
aptos para formar enunciados de clara función práctica”.
Pero Amaro
Gamboa, con una penetración histórica, nos recuerda que este conocimiento de la
lengua autóctona de algunos miembros conspicuos de la sociedad dominante en la
Península de Yucatán (no indígenas fueron los grandes lexicógrafos del maya
yucateco, Juan Pío Pérez en el siglo XIX, y Alfredo Barrera Vásquez en el XX)
tenía que ver, no con una comprensión solidaria e integradora del pueblo maya,
sino con un proceso de dominancia colonial:
“[…] a
partir de la conquista, el núcleo dominante, en nombre de sus intereses de
clase, se hundiría en la cultura dominada, se apropiaría de todo lo
aprovechable de ello y, en primerísimo lugar de su lengua, ya directamente como
los frailes ya mediante la influencia de sus criados, personeros y estratos
económicos dependientes”.
Desde los primeros tiempos,
con los frailes, pasando la colonia con los trabajos de los hombres de fe que
vinieron después (Cogolludo), en el XIX y XX con la creación literaria,
antropológica y política de ideas en torno a “lo maya” que ocurren desde los
márgenes de la sociedad dominada, el maya ha sido penetrado en su cultura por
las nuevas conquistas espirituales, etnográficas y educativas. Esto que
refiero, en un anterior texto para Noticaribe, lo conceptué como el extractivismo
académico de los “ku yokoltiko’ob”,
los que roban la cultura, o bien, de los “ku yokoltiko’ob le pixano’,
los que roban el alma, los que museografían, “etnografían” y la ponen en
grandes compendios el alma de los pueblos, en lenguajes oscuros que solo ellos
entienden.
Pero la
respuesta del maya ante estas batallas por la dominancia, ha sido establecida
desde distintos criterios de lucha, que van desde un tradicionalismo empotrado
en sus relatos y fiestas populares y lengua para discurrir el mundo, hasta su
adaptabilidad plena ante los nuevos contextos creados por la globalización
actual y el fin del aislamiento de aquella llanura peninsular que vio Llanes
Marín, y que hoy corre el peligro de convertirse en la Xcaret-ización de
Mayaland. El maya, seguramente triunfó en más de un motivo a lo que estableció
Amaro Gamboa: no sólo la lengua maya engendró el español yucateco, sino que el
hibridismo lexical está mediatizado por una cultura permeada por elementos
mayas y europeos (la cauda del cristianismo y la educación), por una
gastronomía donde conviven las influencias de Europa con la indígena y el gran
caribe, y por todo un compendio de fiestas y celebraciones donde lo maya hace
acto de presencia hasta en los recintos más conspicuos de la cultura yucateca: la
influencia mayista está en las dos plumas más importantes del siglo XX
yucateco: la ceiba inmensa de Antonio Mediz Bolio y la prosa sencilla de Ermilo
Abreu Gómez.
En el lado de las
palabras, el español yucateco nos define en más de un sentido. Hace unos días,
preparando un artículo anterior para Noticaribe sobre los días de finados,
revisé cuidadosamente algunos libros que se encuentran en mi biblioteca
personal del gran mayista Santiago Pacheco Cruz (1885-1970), pionero de la
educación en el otrora Territorio de Quintana Roo. En un lenguaje casi cifrado,
un texto sobre el “janal pixán” contiene una ringlera de vocablos mayas, que a
fines del XIX era de uso común entre los hablantes, casi todos bilingües. El
texto que comento está escrito en un español yucateco antiguo, un uayeísmo de
nivel, plagado de mayismos. Pareciera otro idioma, es otro idioma. ¿Cuándo
perdimos esa altura del idioma regional? Lo cierto es que hemos caricaturizado
absurdamente el español yucateco de cara a los “fuereños”, y muchos consideran que
ese vulgar protolenguaje de Dzereco y Nojoch, del "Pinole" o del
"Mactá", es el lenguaje yucateco. Es falso de toda falsedad.
El problema de
la crisis lexical de las nuevas generaciones de peninsulares resulta porque se
pierde el conocimiento de la lengua maya en todos los sectores (no solamente
los indígenas, igual los no indígenas). Cuando todos dejen de hablar el maya, o
cuando todos dejen de oír el maya, el español yucateco estará dando sus últimos
estertores.
Postdata: En defensa del pib nuestro
En un reciente video subido
a las redes, el maestro José Manuel Poot Cahum -al cual admiro por su trabajo
de defensor de la lengua y la cultura maya-, quebró lanzas contra algunos
hablantes de la lengua yucateca (entiéndase, del español yucateco) que, al
parecer, erróneamente denominamos como “pib” al tamal horneado bajo tierra.
Poot Cahun, siguiendo una sola acepción de esa palabra, señaló que el pib, es
en realidad el horno subterráneo donde esos tamales son guisados, y no los
tamales como tal. Extrañado, me fui a los diccionarios, entendía igual que el
pib tenía acepciones (cada uno de los significados de las palabras, según los
contextos donde aparece): es, en efecto, un horno subterráneo, una barbacoa; pero
también, siguiendo a los gramáticos de la lengua (el Diccionario Cordemex, entre otros), es el “pan de maíz de forma
cuadrangular en el cual se mezclan granos de espelones, se le cuece en horno
subterráneo”. O si prefieren, el “pibi
wah”, que es un “pan de maíz que tiene forma de disco, grueso, en su
interior se coloca carne de puerco o de gallina y puerco, la masa lleva manteca
y sal; se cuece en horno subterráneo, envuelto en hojas de plátano, esta comida
se hace especialmente en Todos Santos” (Diccionario Cordemex, p. 651).
Para los
hablantes del español yucateco, es común utilizar más el pib, que el pibil wah
o el chachac waa, de uso infrecuente para los no nativos del idioma maya. Poot
Cahun también objetaba el uso del mukbilpollo: que era un pollo sepultado. Al leer
a Santiago Pacheco Cruz, me pareció interesante comentar lo siguiente: este
autor utiliza la palabra pib y también el mukbilpollo y el mukbilxpelon. Hay
una frase que recoje Pacheco Cruz, en un diálogo acaecido en un barrio de
Mérida de la década de 1940, lo siguiente:
"-Oye Zes,
ven a meter el pib en el hoyo".
En “El español que se habla en Yucatán y otras anécdotas”, una página
de Facebook de divulgación de la forma como hablamos los yucatecos y muchos
peninsulares, no faltó la respuesta a esas críticas que se formuló contra los
hablantes del español yucateco: “Para los hablantes nativos del español
yucateco, el pib (escrito así, porque está en español yucateco, y
no en maya) es el pib y no hay manera de cambiarlo; lo interesante está más
bien en la etimología de esta palabra y cómo se da el proceso para que la
palabra que en maya significa ‘horno bajo tierra’ termine significando ‘tamalote
horneado que se come para Hanal Pixán’ en español yucateco. Aunque muchas
palabras tengan origen en la lengua maya, se encuentran ya en nuestro sistema
lingüístico y los hablantes son ley”.
Lo
dicho: los hablantes somos ley, y ningún lingüista o purista radical de la
lengua maya, nos va a venir a decir que nuestro pib del español yucateco, no es
el pib que hoy degusté, y lo comí no en el “bix” sino en un restaurante del
centro de Mérida, no pensando en muertitos, no pensando más que en la manteca
sabrosa y el kool agradable a mi
paladar. Dios bendiga al pib de la Península de Yucatán.