martes, 1 de abril de 2025

Documentos para la historia de Quintana Roo: el combate a la langosta en el aislado Territorio de Quintana Roo del año de 1941


En los años terribles de la langosta (principios de la década de 1940), la lejanía y condición de aislamiento del Territorio de Quintana Roo, impidió que el gobierno de ese estado, presidido por Gabriel R. Guevara, combatiera con rapidez a las mangas voraces de langosta que surcaban toda la Península. Fueron años terribles que se puede indagar en los archivos y en las memorias orales de la gente.

Lo interesante de este documento que presento, es que un antiguo almirante, el tamaulipeco Othón Pompeyo Blanco Nuñez de Cáceres (1868-1959), que las consejas croniqueras lo designan como fundador de Chetumal en 1898, escribe una respuesta en 1941 que sería satisfactoria para que el combate a la langosta en el viejo Territorio que conocía a la perfección don Pompeyo, se realizara.

El fundador de Chetumal, recordemos, fue parte de la armada porfiriana. Othon P. Blanco firmaría, en nombre de la armada nacional vencida por los ejércitos revolucionarios, la segunda acta de los Acuerdos de Teoloyucan, el 13 de agosto de 1914, sobre el guardafangos de un automóvil frente al general de división Álvaro Obregón y el general de brigada Lucio Blanco.

Othón Pompeyo Blanco, con el tiempo, regresaría a prestar sus servicios a la armada que se crearía de las ruinas del estado porfiriano.


Fuente: AGEQRO. Fondo T.F.Q.R. Sección Despacho del Ejecutivo. Serie Informes, fecha: 9 de octubre de 1941.



sábado, 15 de marzo de 2025

Colonia Guadalupe: un núcleo agrario independiente del ejido de Peto

 



 (Texto escrito el 16 de enero de 2013)

Bajando del autobús de Mérida a Peto, pedí a un “tricitaxista” que me llevara, pues traía libros y documentos. En el trayecto, señalé que no llovió en el pueblo, pensaba que sí, porque en buena parte del camino la lluvia estuvo dale que dale. El hombre, como de 30 años, me contestó: "Pues no, no vinieron los chakes, y eso no va a estar bueno para los cítricos ni para la siembra..." Estas palabras desencadenaron unas preguntas incisivas que le hice al "obrero del pedal": que si se dedica a la milpa, o si tiene una parcela donde siembra. Me dijo que en la "temporada alta", trabaja de cocinero en Playa del Carmen, y que cuando no hay mucho trabajo, se regresa al pueblo y se va a “unas tierras” donde tienen cítricos, algunas colmenas, etc, y donde siembra maíz, frijol, calabazas, ibes, camote y yuca. Al final, justo enfrente de la puerta de mi casa, me dijo que su ejido es el ejido Guadalupe...y mi memoria trajo a cuento un caso que se presentó cuando la ampliación de ejidos a la villa de Peto, en los años 70, durante el periodo de Luis Echeverría.

Por tener problemas con el comisariado ejidal en la década de los 70, porque para esas fechas las “mencionadas Autoridades Agrarias de Peto, desean formar un Ejido ganadero en nuestra “Colonia””., los labriegos de la “Colonia Guadalupe” pidieron, en 1973, que “se nos otorgue independencia respecto del Ejido de Peto, dándole categoría de ejido a la Colonia Guadalupe y se nos reconozca los derechos agrarios sobre dichas tierras”. Nunca obtuvieron esa independencia, pero los labriegos lograron parar las intenciones de las autoridades agrarias del comisariado petuleño.

En 1936 fue el inicio de la historia de esta “Colonia Guadalupe”, pues como decían en su carta del 20 de agosto de 1973, los campesinos de esa “Colonia”, le decían al C. Jefe del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, lo siguiente:

Los suscritos campesinos de la “Colonia Guadalupe”, ubicada en la Villa de Peto, Yucatán, México, por medio del presente memorial acudimos ante usted en solicitud de Justicia para el caso que inmediatamente exponemos: En el año de 1936, los campesinos de Macmay, población del Municipio de Peto, Yucatán, nos invitaron a los campesinos que nos encontrábamos trabajando tierras de “La Ermita”, finca ganadera de la propiedad del señor Fernando Lara, quien nos alquilaba parte de dicha finca mediante una renta mensual, para verificar una asamblea con el fin de que unidos hiciéramos una solicitud de Dotación de tierras, para que dejásemos de pagar por las tierras que cultivábamos.

Para esto, fue designado un ingeniero, quien junto con los campesinos de Macmay y los arrendatarios de las tierras de “La Ermita” deslindaron las tierras, y a la Ermita, con anuencia de su propietario, se le fraccionó una franja de varios cientos de hectáreas, “que ahora venimos a enterarnos que son 2,009 hectáreas”. Estas 2009 hectáreas entraban a formar parte de las 11,850 hectáreas para el ejido de Peto, dado por Resolución presidencial el 19 de julio de 1929.  De 40 a 50 labriegos de Macmay y ex arrendatarios de “La Ermita” las comenzaron a trabajar ,  y debido a que carecía de agua en dicho lugar, los campesinos tenían que “caminar tres kilómetros y medio para conseguirla”. Fue entonces cuando se decidió hacer un pozo para facilitarles el trabajo de las siembras:

 

               “En virtud de esa circunstancia, los señores Antonio Pech, Apolonio Pech y Rufino Dzul, dieron la idea de abrir un pozo en dicho lugar, para lo cual solicitaron previamente autorización de las autoridades municipales y ejidal de Peto, y una vez obtenido dicho permiso, invitaron a los campesinos que trabajábamos dichas tierras, para ver la forma de cooperar para la realización del pozo”.

De todos los campesino, 25 cooperaron para dinamitar la laja, sacar tierra y llegar al manto freático.

               Para hacer el pozo, de los campesinos de ese lugar, de los 40 o 50, cooperaron 25, de los cuales han fallecido seis y se han desavecindado 4.

Una vez hecho dicho pozo, los 25 participantes decidieron nuevamente dividir la extensión  de las 2009 hectáreas, en una franja de 600 hectáreas alrededor del pozo para que 40 campesinos (25 socios fundadores y 15 más que se les agregaron, que eran hijos de algunos de los 25 “fundadores”). Esta segunda división, se llevó en el año de 1952. El Comisariado Ejidal y la mayoría de los ejidatarios de Peto, en asamblea general celebrada el 10 de mayo de 1952, “acordaron solicitar de la Delegación Agraria su apoyo para que se verifique el deslinde de la Colonia Agrícola Guadalupe, ubicada dentro del ejido definitivo del poblado de Peto, mandando la documentación correspondiente para que la Superioridad resuelva lo que corresponda”. El 8 de julio de ese año, un ingeniero de la Delegación Agraria llevó a cabo el deslinde y levantamiento topográfico de las hectáreas para la formación de dicha “Colonia Ejidal”, con 40 socios. Las 600 hectáreas de la Colonia, se encontraban, como es lógico, en los alrededores de dicho pozo. Los 40 socios formaron:

 […] un comité que llamamos Pro-embellecimiento de la Colonia Guadalupe, llamada así en honor de nuestra Patrona, la Virgen de Guadalupe, comité que existe en la actualidad (1973), ya reorganizado, pues desgraciadamente no contamos con la ayuda y asesoramiento de las Autoridades Agrarias de la Villa de Peto, Yucatán, lugar donde pertenece nuestra Colonia.”

Pero en 1973, los 40 socios de la Colonia Guadalupe, decidieron separarse definitivamente del Comisariado Ejidal, por las supuestas razones

Se construyó un pozo en el lugar, y cada aniversario de la fundación del pozo, los labriegos hacían ceremonias agrícolas (las "primicias", el chachac) para conmemorar un año de ser independientes del ejido de Peto. Los labriegos del "ejido Guadalupe" dividieron sus 500 hectáreas de terrenos ejidales, y aunque no se separaron jurídicamente (imposible por ser resolución presidencial), han trabajado su tierra de forma autónoma como una especie de ranchería, y así siguen, hasta la fecha.

Yo creía que eso era cosa del pasado, pero de la plática entre emocionada de mi parte, y el asombro y extrañeza de Armando Tziu (ese es el nombre del tricitaxista que me sintetizaba la historia agraria de su "ejido") al ver que le enseñaba las transcripciones de  unos documentos que le atañen a él, a los suyos y a la memoria de sus "bisabuelos", Armando me dijo que "el domingo viene mi tío a verlo para platicar con usted..." Yo le dije: mejor quitémosle el cansancio a tu tío, y yo me presento a su casa..." Quedamos que Armando le preguntaría a su tío y  a los demás miembros del grupo de descendientes de los antiguos labriegos que en 1936 decidieron separarse del ejido de Peto y formar uno nuevo, si era posible una plática para conocer la historia oral de la "Colonia Guadalupe".

martes, 4 de marzo de 2025

Cuando Yucatán perdió la selva oriental: la creación del Territorio de Quintana Roo


 

Por Gilberto Avilez Tax (texto publicado el 20 de noviembre de 2019)

 

Es un hecho incuestionable que la Guerra de Castas de Yucatán (1847-1902) fue un fenómeno regional, y es un claro ejemplo de un proceso histórico local que, sin embargo, tuvo nexos nacionales e internacionales. Su singularidad estriba en que esta guerra de más de 50 años influyó en la configuración político-territorial de la Península: el desmembramiento, primero, de Campeche en 1858, y la creación del Territorio de Quintana Roo en 1902, por decreto presidencial porfiriano del 24 de noviembre de ese último año.

Si podemos hablar de uno de los padres fundadores del Territorio de Quintana Roo, se lo debemos a aquel viejo soldado tuxtepecano que a finales del siglo XIX oyó las sirenas capitalistas resoplando sus intereses en la selva o costa oriental de la Península, un extenso territorio ganado con sangre y fuego por los aguerridos cruzoob en la medianía del XIX, y en donde habían fomentado, vía la ayuda necesaria de los ingleses del lado derecho del Hondo, una sociedad autónoma e independiente.

          Desde los últimos años del siglo XIX, tanto en la ciudad de los barones del henequén, Mérida, como en el Palacio donde regenteaba con pleno dominio el general Díaz, comenzó a circular una serie de noticias de una interminable riqueza forestal que guardaban las tierras del oriente peninsular, que estaban fuera de la jurisdicción estatal debido a la guerra que la “barbarie” indígena hacía a la “civilización yucateca”. Tierras ricas que, además, servían como fuente para los mayas rebeldes para hacerse de recursos como pólvora y armas, así como para avituallarse. Esto lo había apuntado Hübbe desde las páginas de El Eco del Comercio, entre 1880 y 1881: “Desde las márgenes del Río Hondo, hacia el interior de extensos bosques de las maderas más útiles y valiosas cubran estas comarcas de la Península, y dedicándose a su explotación, los indios con facilidad adquirían los medios de pagar el valor de los efectos que la colonia de Belice les proporcionaba”.

          Entonces, es de entender que la guerra que se emprendiera por tierra y mar a partir de 1895, así como por las relaciones diplomáticas que Díaz dispuso con la corona inglesa (los tratados Mariscal-Spencer significaron el fin del tráfico de armas británicas hacia Santa Cruz, el cese de las incursiones de colonos ingleses para la explotación forestal, la delimitación de la frontera en el sur, y la ayuda inglesa para “pacificación” a los mayas), tuvieron como objetivo único que el gobierno porfiriano, así como sus adictos locales, se beneficiaran del rico botín forestal, sobre todo, del fuerte mercado extranjero en crecimiento de la achras zapota, o Manilkara Zapota, (el chicle), como de las riquezas maderables que abundaban en los antiguos territorios indígenas. Una de las historiadoras que más ha estudiado esto, en los inicios de la conformación económica del Territorio de Quintana Roo, Teresa Ramayo Lanz, apuntó en un reciente libro, lo siguiente: El nacimiento de Quintana Roo en 1902 respondió a la necesidad del régimen porfirista por controlar políticamente la región peninsular, además de que el gobierno de Díaz quería los beneficios de la apertura al capital extranjero de la reserva forestal peninsular (Teresa Ramayo Lanz. Política, economía chiclera y territorio: Quintana Roo. 1917-1940. Mérida. Ediciones de la UADY, 2014).

Recordemos que a finales del siglo XIX, el control del henequén estaba en manos gringas ayudadas por las oligarquías locales y nacionales, pero estas miras imperialistas no se restringían a las pedregosas tierras del noroeste henequenero, sino que miraban igual a las selvas sudorientales.

Díaz dispuso los mecanismos militares para el control geoespacial, y después, económico de esta región. Desde luego que contra la erección del Territorio del 24 de noviembre de 1902 hubo descontentos, como el caso de Francisco Cantón y un grupo de henequeneros, que vieron perdido ese territorio oriental y que protestaron airadamente contra la segregación. A estos descontentos, Díaz les hizo caso omiso, y a los que se plegaron a sus designios (el clan de Olegario Molina Solís, grupo de la Casta Divina contrario a los cantonistas, entre otros miembros científicos nacionales) se les premió con vastas extensiones de selvas en concesión, que sólo pasaría por la federación. Un intento desesperado de Cantón por correr la división espacial del nuevo Territorio (dejándole a los yucatecos una parte norte de la costa oriental, a partir de Tulum) y señalando como razones la diversidad en la producción agrícola (no depender únicamente de los henequenales, sino fomentar productos tropicales), fue al final desechado por el gobierno central.

La respuesta que adujo el gobierno de Díaz, tanto por medio de sus plumas al servicio de sus intereses (El Eco del Comercio, entre otros diarios adictos al clan Molina-Montes), como en el Texto íntegro de la iniciativa presentada a la Cámara de la Unión por el Ministerio de Gobernación. Reforma al artículo 43 Constitucional, fue la nula capacidad –tanto en términos militares como en lo económico, así como en lo poblacional- del gobierno yucateco para administrar esta vasta zona que fue durante más de medio siglo, un bolsón de resistencia indígena. Urgía, entonces, que el gobierno porfiriano proyectara la creación de una nueva entidad con carácter de territorio federal para la explotación de la selva, amén de que todo esto tenía por objetivo, señalaban los porfirianos, la pacificación definitiva de los mayas rebeldes (Ramayo, ibídem). Era obligatoria una intervención del centro para, según el razonamiento geopolítico, fomentar el territorio y civilizarlo.

Desde las páginas de los periódicos de la época, dos grupos políticos locales yucatecos entraron en una serie de polémicas que consistían en apoyar la creación del Territorio, y otros en cuestionar constitucionalmente el decreto porfiriano. Por una parte, se encontraba el grupo del gobernador Francisco Cantón, que dispuso lo necesario para la “pacificación” de los cruzoob; y cuya pluma más conspicua era su sobrino, el poeta y literato Delio Moreno Cantón, que cuestionó la legalidad del decreto del 24 de noviembre de 1902, tachándolo de inconstitucional la modificación del artículo 43 de la Constitución de 1857. El argumento de Moreno Cantón señalaba que la Cámara de Diputados:

 

“[…] no estaba facultada para crear nuevos estados fraccionando los ya existentes, y menos aún podía establecer territorios. Hacerlo implicaba una violación a la soberanía de los estados y era, en consecuencia, vulnerar ‘la piedra angular en que descansa el edificio político de la patria.’ El reclamo podía ir todavía más allá, pues invocando el artículo 116, se acusaba a la Federación de haber incumplido con este precepto por lo menos desde la restauración de la República” (Felipe Escalante Tió. Los conservadores revolucionarios yucatecos. Periodismo, liderazgos y prácticas de prensa en la construcción del Yucatán revolucionario. 1897 – 1912. Tesis Doctoral en Historia. CIESAS, 2016, p. 128).

 

 

Por el otro, el grupo de Olegario Molina Solís, que instigó a Porfirio Díaz para que se respondiera desde la prensa adicta con alegatos contrarios a los cantonistas, sobre la necesaria erección del Territorio, pues Yucatán no podía, so pena de despoblarse y quedarse en la ruina, cargar con un territorio reacio por tanto tiempo al dominio meridano. Al final, triunfaría el ala molinista en todos los sentidos: en lo político, con la hegemonía molinista en los últimos años del Porfiriato en Yucatán, así como en lo económico, siendo el clan Molina uno de los más beneficiados con las concesiones forestales del oriente de la Península.

 

Documentos para la historia de la creación del Territorio de Quintana Roo

 

Como parte de las conmemoraciones del 117 aniversario de la erección del Territorio de Quintana Roo, insertamos para los lectores de Noticaribe dos documentos históricos que esencializa las razones porfirianas para la erección del Territorio, razones que llevan implícitas las objeciones de los yucatecos como Francisco Cantón que estuvieron en contra de otro desmembramiento de lo que alguna vez fue designado como el Gran Yucatán (la desmembración del espacio peninsular a lo largo del siglo XIX que incluía el Petén guatemalteco, Campeche, Belice y, por último, el Territorio de Quintana Roo).

 

 

La  Revista de Mérida. Diario Independiente. Mérida, Yucatán, sábado 9 de noviembre de 1901.

 

“La erección del Nuevo Territorio. Lo que significa para Yucatán”.

 

 

Publicamos en el número de hoy la inicia íntegra para la erección del nuevo territorio. Por ella podrá verse que no se sustrae á la obediencia del Gobierno de Yucatán ningún centro civilizado, que no estuviese ya sustraído de hecho desde 1847.

Mientras no se había empezado la campaña contra los mayas, el territorio que ocuparon fue guarida de sus hordas y amenaza constante para las poblaciones fronterizas, que durante medio siglo sufrieron el amago de las correrías é invasión de los salvajes.

          Estando la Nación en paz, se trató entonces no sólo de abrir una campaña para reducirlos al orden sino para civilizarlos; procurar por la colonización el aumento de los habitantes de la República; aprovechar la costa para abrir puertos: cubrir y reforzar las fronteras y hacer surgir nuevas fuentes de riqueza.

          Es decir que la obra presenta dos fases: la puramente militar ó de reconquista y la de de hacer ésta duradera, eficaz y útil para el país. Estamos todavía á la mitad de la primera faz y en los cuatro años de campaña, Yucatán ha podido convencerse de que el tributo de sangre y de dinero que exige la guerra es por todo extremo ominoso.

          Dinero y sangre: he aquí los únicos medios que permiten llevar á cabo la magna emresa proyectada, que cada día tiene mayores exigencias. Veamos si el Estado puede proporcionar por más tiempo este contingente y fijándonos primero en la cuestión de los fondos públicos, no han bastado las entradas ordinarias y ha habido qué contratar un empréstito para sufragar los gastos indispensables de nuestros guardias y trabajadores que han estado abriendo y defendiendo los camino, u es evidente para todos que, en punto á gastos, los hechos hasta aquí, son apenas los primeros, pues aún falta terminar la reconquista, aún falta la conservación del territorio adquirido y el cubrir con fuerzas las fronteras, los cantones militares y los puntos estratégicos.

Y todo esto no es más que el inicio de la gran idea, y por mucho que haya costado…resultará pequeña comparándola con la que hay qué gastar para hacer útil la obra de pacificación.

          Aún aceptando, pues, que ésta ya estuviese terminada, cáese de su peso que nuestro Estado no podría gastar los millones que requieren el atraer inmigración, fundar pueblos, abrir puertos, hacer buenos caminos y desarrollar en los lóbregos campos insalubres, elementos de engrandecimiento.

¿Qué haría Yucatán si el Gobierno General, una vez terminada la reconquista del territorio, lo dejara en nuestras manos para gobernarlo? Ni cunado el Estado tuvo doble número de habitantes pudo su Gobierno hacer llegar su aliento hasta la remota costa oriental, ni la vecindad de la colonia inglesa de Belice.

          Por tanto, este territorio que no ha estado de hecho sometido á la acción administrativa de los poderes del Estado, sin la positiva y eficaz autoridad federal, sería un refugio para los malhechores y nuevo cauce donde se desviarían en anárquicas corientes los brazos y elementos de nuestro Estado.

          Basta estas consideraciones para demostrar que á Yucatán no conviene en manera alguna recibir una carga tan desproporcionada con sus recursos pecuniarios;  pero esta verdad se impone con más fuerza cuando se medita en lo que significa el segundo factor de la campaña: la contribución de sangre.

          Esta contribución que horroriza a las madres, la pagado Yucatán desde el principio de la campaña, y durante cuatro años ha sentido removerse en su seno tal hondo malestar, sin proferir una queja, sin desmayar un día en la obra redentora emprendida para atraer a la civilización a nuestros hermanos descarriados.

Con la contribución de sangre, quedan sangrando los pueblos “porque nuestra población es muy reducida y cada vez que vuelven hidrópicos y extenuados los que contrajeron fiebres y disenterías sirviendo a la patria, se palpan las bajas numerosas que sufre la población yucateca.

 

En fin que:

 

“Ni sus recursos, ni su población le permiten [a Yucatán] conservar esa región, y si alguno, de pronto, al tener noticia de que se trata de cercenar el territorio del Estado, sintiese herido su amor a Yucatán, con un poco de reflexión vería que mucho perderíamos conservando esa gran extensión que nos ha sido hostil; y, por el contrario, con la erección del nuevo territorio, se dilatará el espacio en que ondée nuestro emblema nacional y se ampliará el campo para el espíritu emprendedor de los yucatecos.

          Se tiene el deseo de que el Gobierno Federal: “en porvenir no muy remoto, hará práctica y útil la empresa, convirtiendo las llanuras y los bosques, en terrenos de labranza para las subsistencias; creando la industria que es campo de actividade provechosas, y estableciendo el comercio, fuente de riqueza y prosperidad en todos los países. Así, en vez de desiertos y territorios inútiles, tendremos, al alcance de la manao, centros poblados y civilizados con cuyas relaciones mejorará en todos los sentidos el porvenir de Yucatán”.

 

 

La erección del Territorio federal en Yucatán. Extracto del Texto íntegro de la iniciativa presentada a la Cámara de la Unión por el Ministerio de Gobernación. Reforma al artículo 43 Constitucional. (Por telégrafo para LA REVISTA).

 

Un sello que dice: “Secretaría de Estado y del Despacho de Gobernación. México. –Sección 2ª Número 4,388.”

 

 

“[…] en esa extensión del territorio reconquistado, se carece de administración legal, regulada, bajo cuyo amparo se estimule la colonización de las comarcas hasta hoy desiertas y se promuevan y se lleven a cabo la multitud de trabajos materiales y providencias administrativas que hoy, más que nunca, se hacen necesarias para devolcer aquella región a la vida civilizada. Esta empresa, que demanda una suma de poder y de gastos que no están al alcance de los gobiernos locales, debe, por ahora, en concepto del Ejecutivo, correr á cargo de la Federación; y por tales consideraciones, juzga indispensable que se erija en territorio federal que llevará el nombre de Quintana Roo, la porción conquistada en el Estado de Yucatán y que será determinada conforme se indica en el adjunto plano, por la siguiente línea divisoria.

 

 

 

 

miércoles, 26 de febrero de 2025

Wildernain Villegas Carrillo, el poeta maya de la tradición y de la modernidad


 

Presentación del nuevo libro de poemas de Villegas, Latidos de la savia (editado por la UAM Cuajimalpa), en la Feria del Libro del Palacio de Minería , febrero de 2025.


 (Texto leído por Gilberto Avilez en mayo de 2018, en la comunidad de Naranjal, Quintana Roo, y publicado por vez primera el 6 de mayo de 2018 en el portal El Chilam Balam)

El lunes 21 de abril de 2018, conmemorando el día del libro, alumnos de la Licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo (UIMQRoo)[1], así como sus maestros, organizaron un homenaje sorpresa al poeta Wildernain Villegas Carrillo, que hace diez años, en el 2008, fue el primer escritor en lengua maya yucateca en obtener el Premio Nezahualcóyotl de literatura en Lenguas Mexicanas con su poemario, El canto de la estirpe. En una nota de prensa donde se recogía los dictámenes del jurado calificador, se decía que, con El Canto de la estirpe, Villegas Carrillo “retoma las imágenes y el discurso de las tradiciones mayas, las apropia a sus recuerdos y hace con ellos un crisol poético de alta calidad literaria”.[2]

La ceremonia de premiación de hace diez años, realizada en el Teatro Peón Contreras de Mérida, ese recinto donde la otrora burguesía del henequén y la burguesía actual celebraba –y celebra- opíparamente sus saraos e imita hasta al absurdo a sus Francias y a sus Londres, dio paso al “fuego primigenio” de la palabra maya. En su discurso de aceptación del premio, el poeta de Naranjal, Quintana Roo, adujo lo siguiente: “Que este galardón sea una ofrenda, a la estirpe que nunca se ha arrodillado, ni jamás se arrodillará ante la discriminación”, y más que un reconocimiento a su trabajo poético, el premio Nezahualcóyotl era visto por Villegas Carrillo, como “un reconocimiento a mis hermanos mayas de las comunidades que aún tienen la costumbre de transmitir leyendas, mitos y cuentos a través de la oralidad. De esa tradición emana la obra que hoy se festeja”.[3]

Heredero de la gran civilización maya, Villegas Carrillo es un ejemplo de la reciedumbre cultural de su pueblo, del retorno de los signos y la escritura, del don de crear de los hijos de esta tierra; a su vez, su poesía es una muestra palpable e inobjetable de la renovación constante de esta gran cultura maya, duradera en el tiempo y que le ha hecho frente a los estragos coloniales desde hace más de 500 años.  La poesía del nieto de don Canuto Carrillo Canul, aquel abuelo que insufló el “polen de la memoria” en los cantos de Villegas, como perfectamente sintetizó Michela E. Craveri, es una perfecta fusión entre modernidad y tradición, pues no se queda en el difrasismo de la poesía maya clásica, sino que recurre al paralelismo y la isotopía, y conjuga expresiones nuevas, renovando la poesía escrita en lengua maya, y no se escora a la senda trillada de la poesía ritual o mítica, sino que adopta la lírica[4] como forma expresiva privilegiada para darnos “una mirada individual e íntima sobre el mundo, en donde afloran experiencias antes ausentes en la poesía [en lengua maya yucateca], como el amor, la sexualidad, la infancia, la relación con los abuelos”[5].

Miembro señero de las clases de Taller Literario que impartía en Chetumal el poeta Javier España, podríamos decir que la poesía de Villegas Carrillo hace honor a sus largas horas de lectura de la obra pazceana, pues es una elocuente y universal muestra de la tradición de la ruptura, “una perfecta fusión entre la tradición espiritual de los antiguos y la necesidad de encontrar nuevos caminos expresivos, entre lo local y lo atemporal”.[6] Estas son las palabras de Craveri sobre El canto de la estirpe, pero podemos extenderla a otras obras del maestro Villegas como Girándula, y su valiosa contribución, encaminada en la edición y difusión del “retorno de la palabra” maya escrita en Quintana Roo. En U suut t’aan, Donald H. Frischmann y Wildernain Villegas Carrillo, reúnen a once escritores del maaya t’aan, originarios o residentes en Quintana Roo, y que son ejemplos de la fuerte vitalidad de la poesía maya que no se cierra a la modernidad. Para Villegas Carrillo, la emergente literatura maya escrita en Quintana Roo, es universal en varios sentidos pues, aunque su óol, su alma, se nutre de la “oralitura”, de la tradición oral, es también una literatura escrita desde el momento histórico presente, no cerrada a los vaivenes de la modernidad:

 

Estamos en un momento histórico en que nos asumimos como parte de una sociedad plural en donde conservamos y fortalecemos nuestra identidad, a pesar que la modernidad impregna su influencia. La palabra maya a través de la literatura no está exenta de la influencia de la literatura en lengua española;[7] igual la que se genera en cualquier otro idioma no está exenta de la que se produce en otras lenguas…El canto poético es lenguaje universal del espíritu e intelecto humano sensible a lo que acontece en su interioridad y fuera de ella. No puede estar la palabra poética en Lengua Maya desligada del mundo, de los temas que desde siempre forman parte del hombre mismo; no hay forma de que la poesía no contenga y manifieste universalidad al ser propia de la naturaleza humana como lo es la vida y como lo es la muerte.[8]

 

Como señalamos líneas arriba, Villegas Carrillo, lector exquisito de la poesía creacionista de Huidobro, de las jergas románticas de Neruda y su torrente terrestre, de José Emilio Pacheco, de Efraín Bartolomé, de Borges, de Paz, Sabines, José Carlos Becerra, Cáceres  Carenzo, España Novelo y otros poetas de vanguardia; así como estudioso de la literatura maya escrita desde tiempos coloniales hasta el tiempo actual[9] es , antes que nada, un poeta formado en los talleres literarios, a los que acudió con prestancia en sus años iniciáticos. Aquellos años iniciáticos en Chetumal donde llevó, al taller literario, el ruido y furia de su infancia y adolescencia en Naranjal donde escuchó a la ch’och’elem (cigarra), en las tardes que preceden a las lluvias; caminó por los senderos del crepúsculo, buscando la tinta enigmática de la kóokay (luciérnaga); oyó en la laguna cercana de Naranjal el croar de la X muuch, y aprendió de su abuelo Canuto, a mirar el significado del nido de la yuya-oropéndola:

 

Oropéndola,

será larga la sequía,

larga como

tu

ni

do

pén

dulo.

Se marchitarán aguadas,

los pozos tendrán sed.

Alguien ha cifrado en ti el porvenir.[10]

 

Aquel pueblo de Naranjal que siempre -como el sol de Monterrey que perseguía al niño Alfonso Reyes-, al joven Wildernain lo perseguía el ruido de sus mil aves y los grillos de la aguada de su pueblo, mientras caminaba frente a bahías tranquilas donde dormitaban los lagartos del Hondo:

 

Otra vez el pueblo nos envuelve

con ruido atardecido de cerdos y caballos,

con gallinas y guajolotes que sacuden la luz de su plumaje,

con palomas que llevan en el pico una ramita de ocaso

mientras los niños giran su alegría en el trompo donde transcurre la ligereza del tiempo.[11]

 

Esta vasta sinfonía de voces y sonidos, estos paisajes selváticos de Naranjal, las pláticas con la abuela Herminia Gutiérrez Teh que sabía de plantas medicinales, la luna iluminando el pueblo con sus noches estrelladas, el niño Wildernain acompañando a su madre a buscar leña en el monte y faldeando la aguada, el ruido matutino de las chachalacas, el demasiado trópico que inunda sus días, fueron los veneros naturales de su poesía. Y esta red semántica sólo se pudo sedimentar con las tradiciones mayas escuchadas de su abuelo, el cazador, milpero y hombre de campo, Canuto Carrillo Canul. De su abuelo, originario de Tzucacab y uno de los fundadores de Naranjal, Villegas Carrillo recobró la antigua palabra, llenó de mitologías su infancia, y la escritura (lo podemos leer en El Canto de la estirpe), fue un medio para preservar el “óol” de su abuelo: “Desde muy pequeño –cuenta Villegas Carrillo- sentí el amor por la poesía como declamador. En la primaria, luego en la secundaria, comienzo mis primeros intentos de poesía: asisto ya a talleres en el Colegio de Bachilleres. Luego, en 1998, fallece mi abuelo y sentí la necesidad de seguir perdurando mis charlas con él, con esa forma de vida y de ver el mundo. Entonces, arranco con estos poemas de U K’aay ch’i’ibal /El canto de la estirpe, precisamente para perpetuar no solamente un legado cultura, sino también un legado de actitud hacia la vida que nos enseñan las comunidades”.[12]  El abuelo, “polen de esta memoria”, le enseñó los secretos del “Sip[13]”, el “mitológico guardián” del monte, oyó que el balché sirve para dialogar con los dioses, y que la lluvia nace en los cabellos de Cháak. El abuelo cazador le enseñó que:

 

Cuando la sequía nos devora

el venado sube al cerro más alto,

besa la piedra más grande y mana un líquido perpetuo;

se marchita la sed y de nuevo sólo queda la piedra,

que es sol astillando su furia en la dureza de sí mismo.[14]

 

 

El encuentro de Villegas Carrillo con el grupo literario de España Novelo significó, para las letras peninsulares, la vivificación del “óol”, del espíritu poético del poeta que traía a cuestas a Naranjal. Esto se dio a principios de la década del 2000, y, además, el poeta de Naranjal comenzó a frecuentar a escritores como Toribio Cruz (q.e.p.d) y el mayista Javier Gómez Navarrete.[15] Con este grupo de escritores afincados en Chetumal, Villegas Carrillo aprendió no solo a leer de forma exigente lo mejor de la tradición poética mexicana y latinoamericana, y a poetas de otras latitudes, sino que hizo suyo el rigor literario, el no facilismo, la exigencia de las lecturas y la disciplina literaria, ese arte cansado de la depuración de la cacofonía, la malsonancia y el adjetivo inexacto.[16] Esa importancia del taller literario,[17] con escritores conformados en una larga tradición poética,[18] lo ha rememorado de esta forma Villegas Carrillo:

 

La energía que le da vida a esta literatura [maya] es la tradición oral, allí toma su aliento, es decir su óol, también lo toma del pensamiento y la historia del pueblo maya. Asimismo, este óol es nutrido por los talleres literarios, tomados por los escritores y que fueron impartidos en su mayoría a través de la extinta Secretaría de Cultura, ahora que esta institución ha pasado a forma parte de los recuerdos ¿de qué manera Quintana Roo recuperará el impulso dado con anterioridad a este arte verbal?, ¿habrá un proyecto claro y justo para ello? La lengua Maya extiende las alas para alzar el vuelo en los diversos cantos de sus escritores, así muestra que está en movimiento, respira, tiene óol, está viva; es necesario impregnar este óol en los jóvenes y niños para perpetuarlo. La capacitación y la formación académica son fundamentales para dotar de fulgor a la literatura, por ello debería continuar su impulso desde las instituciones. Sin embargo, escribir no es suficiente es preciso leer para que tenga sentido.[19]

 

Desde hace casi una década, Villegas Carrillo, desde la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo, contribuye para la nueva formación de jóvenes escritores en lengua maya. Actualmente es el coordinador de la licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes de la UIMQRoo, y ha hecho suyo esa idea de impregnar con el óol académico a las nuevas generaciones de artistas de Quintana Roo, entre los que sobresalen creadores plásticos, cantantes y jóvenes escritores que se nutren de las tradiciones culturales de la región.[20]

Esos jóvenes artistas, como dije al inicio de este texto, el 23 de abril de 2018 le rindieron homenaje al poeta en su tierra natal, Naranjal, por su ingente labor como promotor y creador de las artes literarias en lengua maya en el estado. Hubo un gremio que recorrió el centro del poblado con un grupo de charanga de la universidad, se repartieron tacos de cochinita y horchata entre los asistentes, y hubo recitales de la poesía del festejado, alguien cantó una canción moderna para el cruzoob, se bailó el maya paax y se lanzaron discursos. Finalizo este texto transcribiendo mi participación en el evento.

 

 

Wildernain Villegas Carrillo, en su lugar de trabajo en la UIMQRoo, marzo de 2018.


Palabras dichas en el domo del parque principal de Naranjal

 

Estoy aquí en Naranjal, comunidad del municipio de José María Morelos, Quintana Roo, fundado por milperos del cono sur de Yucatán, para aproximarme a la palabra, al “U Suut T’aan”, al retorno de la palabra maya de un demiurgo de las palabras que hace 37 años tuvo la suerte de nacer, de germinar en esta ubérrima selva maya: el poeta Wildernain Villegas Carrillo. No voy realizar un discurso plagado de doctas sentencias de un estudioso de la literatura y la historia maya, ni a explayarme como un erudito de esta milenaria y siempre reverdecida cultura nuestra, porque no lo soy. Más bien quiero compartirles, a todos ustedes, mi encuentro con el poeta Villegas Carrillo.

Conocí a Wildernain Villegas Carrillo en una lejana tarde de abril (aunque puede ser de mayo o junio, mi memoria no es un archivero, es un conjunto inconexo de islas semánticas), a principios de la primera década de este siglo, de este milenio desbocado, creo que en el 2004.

En unas clases borrosas de “taller literario” que tomaba en la Universidad de Quintana Roo, y a las que asistía puntual todos los viernes de 8 a diez de la noche, el maestro España, poeta señero de estas tierras palustres y uno de los maestros de Villegas Carrillo – su otro maestro es el sabio mayista akileño, Gómez Navarrete- de vez en vez hacía la referencia a un joven tlacuilo, a un entusiasta “aj iij’ t’aan, poeta, cantor, vate, chilam, bardo andante.

España hablaba de un tal Wildernain y las lecturas y aproximaciones a la escritura que este hacía, a ese lenguaje que podía saludar a las mañanas marceñas con sus églogas a lo Virgilio, y que dibujaba un mar de cobre selvático. No sabía que, para ese entonces, el fermento de la tierra de Naranjal, su tierra, tal vez le obligaba a escribir al poeta radicado en la triste Chetumal, que ahí, en esa ciudad crecida al lado del Hondo, la lluvia no saciaba chultunes, no fecundaba florestas, no lamía la noche del venado y convertía a los sapos en “pedazos de jade musical”. En cambio, la lluvia de Chetumal, arruinaba “discursos oficiales” y la volvía charca insalubre.

En las discusiones del Taller literario, este “tránsfuga de la poesía” que habla, como hace unos días me recordó con exactitud el poeta al que hoy se homenajea, quiso aprender la experiencia literaria con un contemporáneo suyo y, desde luego, un casi vecino. Quise desde entonces conocer al joven escritor tantas veces mentado. Yo no sabía que escribía en maya, en ese entonces.

Es más, puedo decir que no tenía presente que habían escritores en lengua maya (y es por eso la importancia del homenajeado), no sabía que el Maaya T’aan había recorrido todos los leguarios de la resistencia, que fue escrito en piedras intemporales, cortezas de árboles y dinteles de zapotes, que pasó la dura prueba del culturicidio allá en Maní con el desbarato del pirómano Landa; que los cantos, plegarias y escritura, escritos ya en el alfabeto de los “castilanes”, buscaron veneros subrepticios en la Colonia con los cantares de los pueblos, los documentos de tierras, los testamentos de los batabes, los vaticinios de los chilames.

Después de la quemadera de los siglos de colonización y cristianización, y en el siglo XX, con la execrable castellanización-desindianización de un Estado indigenista postrevolucionario, esa lengua maya, el Maya Than, encontró el Sacbé firme de su fuerza desde que fue rescatada lexicalmente en el primer contacto con los trabajos de Gaspar Antonio Xiu (el informante de las Relaciones histórico geográficas y el que seguramente instruyó a Landa en el secreto de la Relación de Yucatán) y que contribuyeron a su reciedumbre Villalpandos, Torralbas, Santa Rosas y eruditos decimonónicos como Juan Pío Pérez y su vasto diccionario, el prusiano Herman Berend, o el obispo Carrillo y Ancona con su obra interminable. Es el  Maaya T’aan que ha posibilitado la grandeza del desciframiento de los glifos mayas como el sabio Barrera Vázquez, el primer presidente de la primera Academia de la Lengua Maya en la década de 1930, aseguró en el prólogo al Cordemex.  Ese diccionario Cordemex que, si uno es perspicaz y va un día al cubículo del poeta Villegas Carrillo, lo verá ahí, al lado de su mano izquierda, en el escritorio del poeta, aquel poeta que, en su poesía, amorosa o nostálgica de la selva, trae de nuevo, a los días actuales, las palabras primigenias de sus mayores.

Pero estoy aquí para contarles que un día me extravié entre esas callejuelas caliginosas que se encuentran en las inmediaciones de la UQRoo, y mis pasos fueron a dar a una cuartería. Esta cuartería era poblada por pura gente de Sabán, de JMM, gente sencilla que hablaba la lengua maya y que no guardaba dobleces. Me dijeron que ahí vivía un poeta, inquirí de quién se trataba y me dijeron su nombre. No lo pensé dos veces y toqué a su puerta, ahí estaba. No me acuerdo que le dije, hablamos de España, de la literatura, de la poesía. Teníamos autores similares que leíamos con devoción. Me invitó galletas, siempre sonriente, esa sonrisa que nunca ha desaparecido del rostro de Wildernain, un “chéejmáak”. Esa fue la única vez que lo vi. Doce años después, la UIMQRoo me dio la oportunidad de volverlo a encontrar. Muchas cosas han pasado, premios que ha cosechado el poeta de Naranjal. Villegas Carrillo, lo dicen estudiosos regionales, nacionales y extranjeros, se ha convertido en una joven ceiba poética enraizado en la tradición y la modernidad poética.

 

Muchas gracias.

Villegas Carrillo con el autor de este blog, Gilberto Avilez. Noviembre de 2018, siendo vecinos de cubículo por casi tres años.








[1] Por cierto, hay que recalcar que esta licenciatura es la única en su género en Quintana Roo, que se aboca exclusivamente a la revalorización del arte y la cultura, poniendo énfasis en el rescate de esa rica tradición cultural y artística del pueblo maya peninsular.

[2] “Premio Nezahualcóyotl para el poeta maya Wildernain Villegas”. Letralia, 1 de diciembre de 2008. En https://letralia.com/200/1128villegas.htm 

[3] “El premio”, por Margarito Molina. 7 de diciembre de 2008. http://chak-kay.blogspot.mx/2008/12/

[4] Con fuertes resonancias de la lírica clásica griega.

[5] Michela E. Craveri. “Presentación” de U K’aay Ch’iibal. El Canto de la estirpe. México. Conaculta, 2009, p. 16.

[6] Craveri, ídem.

[7] De hecho, nunca lo ha estado desde que los primeros frailes, en el lejano siglo XVI, educaron, en la mejor tradición humanística medieval, a algunos de los nobles mayas, como Gaspar Antonio Chi, el primer mayista nativo que sabía latín, castellano, maya y náhuatl. El dominio del alfabeto castellano para la escritura maya, posibilitó el rescate y preservación de las antiguas tradiciones prehispánicas durante la colonia, pero de igual forma supuso la mezcolanza de ella con la influencia del orbe hispano (Los libros de Chilam Balam son prueba de ello). El conocimiento de la escritura alfabética estribó no sólo en la salvaguarda de la historia y los conocimientos mayas, sino, también, en la cohesión política de sus pueblos. Caroline Cunill (2008). “La Alfabetización De Los Mayas Yucatecos y sus Consecuencias Sociales, 1545-1580”. Estudios de Cultura Maya, XXXI., p. 185.

[8] Wildernain Villegas Carrillo. “La universalidad de la literatura que emerge en Quintana Roo” (2016). En U Suut T’aan. El Retorno de la palabra. Voces de escritores mayas en Quintana Roo. Donald H. Frischmann y Wildernain Villegas Carrillo (editores). Edición trilingüe. Chetumal. Secretaría de Cultura-Gobierno del Estado de Quintana Roo, págs. 54 y 57.

[9] Como podemos leer en su ensayo “La universalidad de la literatura que emerge en Quintana Roo”, Villegas Carrillo es un lector fervoroso de El ritual de los Bacabes, de Los cantares de Dzilbalché, de El Chilam Balam de Chumayel. Además, joven maestro, reconoce la fuerza poética de escritores mayas que lo han precedido como el profundo poeta Gaspar Maglah Canul, y su maestro, Javier Gómez Navarrete. Cfr. Para Maglah y Gómez Navarrete, a Gilberto Avilez Tax. “El poeta de Kantunilkín”. Noticaribe, 1 de noviembre de 2017. http://noticaribe.com.mx/2017/11/01/el-poeta-de-kantunilkin-por-gilberto-avilez-tax/

[10] Fragmento del poema Oropéndola. En El Canto de la estirpe, extractado del libro U túumben k’aayilob X-Ya’axche’. Los nuevos cantos de la ceiba. Escritores mayas contemporáneos. Vol. II. Edición bilingüe. Donald H. Frissmann y Miguel Ángel May May (coordinadores). Mérida, Sedeculta, p. 440.

[11] Fragmento del poema “Ofrenda de la sed”, en El Canto de la Estirpe, p. 130.

[12] Entrevista de Donald Frischmann a Villegas Carrillo, JMM, julio de 2009. Donald H. Frischmann. “A la puerta de tu corazón: Arte verbal del Maaya T’aan en Quintana Roo”, en U Suut T’aan. El Retorno de la palabra…p. 19.

[13] Según el Cordemex, el sip se refiere a “deidades mayas de la cacería para los mayas actuales de Yucatán y Q.Roo; los sip-es son espíritus que habitan en los montes y se encargan de proteger a los venados de los cazadores”.

[14] Fragmento del poema “Resplandece la huella”, en El Canto de la Estirpe, p. 102.

[15] ¿Quién sino Villegas Carrillo puede hablar con soltura del mayista akileño, Gómez Navarrete? “A Gómez Navarrete, o el Maestro Javier como le decimos los que hemos sido sus alumnos, lo conocí en Bacalar Quintana Roo en el 2001 cuando tomamos un curso de creación literaria y traducción a lenguas originarias. Desde ese entonces el bondadoso profesor fue para mí un guía, comprometido hasta la médula con la educación y el impulso a los jóvenes”. Villegas Carrillo. “La universalidad de la literatura que emerge en Quintana Roo”, pp. 57-58.

[16] Conversación telefónica con el poeta Wildernain Villegas Carrillo, JMM, Quintana Roo. 26 de abril de 2018.

[17] Los talleres literarios de Javier España Novelo en Chetumal tuvieron dos recintos donde acudían los jóvenes quintanarroenses (y no quintanarroenses) a dar rienda suelta a su imaginación poética y literaria: uno era los establecimientos de la Secretaría de Cultura de Quintana Roo, a donde acudió Villegas Carrillo, y el otro, las aulas de la Universidad de Quintana Roo. En el 2017, España compiló un libro con los poemas, cuentos y relatos de universitarios con inclinaciones literarias. Cfr. Historia de Cartapacios. Compilación de textos literarios de estudiantes de la Universidad de Quintana Roo (1996-2016). Chetumal. UQRoo. 2017.

[18] Aunque sea chetumaleño de origen, no hay duda de que España Novelo nutre su conocimiento literario del microcosmos de escritores y literatos meridanos de la década de 1980. Su maestro fue el fenecido Cáceres Carenzo, a quien el joven Villegas Carrillo también conoció, trató y, desde luego, leyó con fruición.

[19] Wildernain Villegas Carrillo. “La universalidad de la literatura que emerge en Quintana Roo”, p. 60.

[20] De hecho, el objetivo general del programa de la Licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes, es el de “formar individuos con alto sentido de responsabilidad social, capaces de diseñar, gestionar, implementar, asesorar y evaluar proyectos que busquen el desarrollo de las artes, tomando en cuenta las tradiciones y costumbres de la cultura originaria, para contribuir al desarrollo integral de la región”. UIMQRoo. Plan de Estudios del Programa Integrado de Profesional Asociado y Licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes. José María Morelos, Quintana Roo, enero de 2016, p. 5.

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